lunes, marzo 27, 2006

Valparaíso


“Los perros saben cuando un auto no es de acá y le ladran”, me dijo.


Y bajamos y subimos cerros, entramos a tiendas, almacenes, restaurantes y bares. Muchos de ellos son “Lugares Valiosos” como los llama Chantal, tan valiosos como los objetos de sus cajas de colores y su forma de clasificar el des-uso.

Con adoquines, nubes y barcos a lo lejos, la ciudad se metió en mis ojos y ahora vive aquí... Yo también puedo ser su puerto.


Foto: Retamal.org

miércoles, marzo 22, 2006

Yo colecciono...

Aprovechaba las cinco cuadras que había entre el colegio y mi casa para incrementar la colección.

El tramo de regreso era un rito realizado paso a paso, lentamente… De pronto posaba mi pié sobre una baldosa que parecía estar suelta y la presionaba de lado a lado y, si podía moverla lo suficiente, me agachaba y la tomaba para mí.

En los mejores días llegaba a mi casa con tres o cuatro baldosas, a veces no traía ninguna.

- De repente te van a llevar presa por robo de propiedad pública- decía mi madre.

Yo seguí arriesgándome por meses. “Cuando sea grande y tenga mi propio departamento, voy a cambiar el piso de la cocina por baldosas de calle”, les explicaba a mis amigos cuando me preguntaban por esta extraña colección que ya ocupaba buena parte de la bodega de la casa materna.

Llegó un minuto en que casi todos sabían de este excéntrico afán. Para mi fiesta de 15, mis compañeros de colegio llegaron con muchos regalos… En realidad, cada uno de ellos traía una baldosa envuelta para mí.

Estaba de visita donde unos amigos fuera de Santiago el día en que mi familia se fue a vivir a la nueva casa y mi mamá no consideró en la mudanza mi pesada colección…

Las baldosas se quedaron en la memoria, donde hoy la imagen del piso de la cocina que soñé comparte un lugar con otra colección mucho más importante… mi colección de historias.


* Este post fue inspirado en mi amiga Vanessa y su padre coleccionista.

lunes, marzo 20, 2006

Lunes

Después de visitar museos, después de bailar al ritmo de la sonora de Tomy Rey en la fiesta mechona de la FECH en Beaucheff (sintiéndome muy vieja), después de dormir mucho, después de ver a mi mamá y de visitar a mi abuelita Nena, después de caminar por la calle Estado y comprar una cuchara de té, después de otro domingo de trasnoche viendo Sex and the City… después de todo eso, siento que me falta un poco de primavera. ¿Será porque es lunes?

viernes, marzo 17, 2006

Museos de Medianoche

Hoy se realiza una vez más esta espectacular iniciativa, que en su versión número 11 reúne a 11 museos, y cuando los números llaman hay que hacer caso a este guiño. Si no me creen pregúntenle a Roberto o a Hernán.

En lo personal, me interesa aprovechar la oportunidad para conocer el Palacio La Alambra y/o el Centro Cultural Palacio La Moneda.

Recomiendo especialmente el Museo La Merced... También es posible visitar los siguientes lugares:

Museo Nacional de Bellas Artes; Museo de Artes Visuales; Museo Arqueológico de Santiago; Museo Histórico Nacional; Museo Precolombino; Museo de Santiago Casa Colorada; Centro de Extensión UC; Fundación Telefónica.

La gracia es que estos museos estarán abiertos al público en un horario especial, desde las 18:00 y hasta la medianoche… En este caso tal vez debería haber sido sólo hasta las 11… Mmmm, los números no calzan del todo, pero vayan igual.

Aunque tal vez alguien prefiera ir a la venta nocturna de algún mall ¿?

miércoles, marzo 15, 2006

Día del Consumidor


Uno de mis deportes favoritos es reclamar y hacer valer mis derechos como consumidora y hoy se celebra el Día Mundial del Consumidor.

“¡Qué linda fecha!”, pienso.



Entonces me pongo feliz e imagino que la gente del Sernac ha preparado algo especial, también imagino que lo habrán publicado en el sitio web y por ello decido navegar hasta esas tierras.

Imagino mal. Al llegar me encuentro con que el sitio está “en construcción”. Opto por el teléfono. Mala idea. Al otro lado del auricular escucho a un tipo que en su vida pasada trabajó para la KGB o para KAOS. Pregunta mi nombre, mi RUT, mi teléfono, mi ocupación y mi dirección particular.

Me siento intimidada y molesta. Le explico que sólo deseo que me transfiera a la oficina de comunicaciones, que no quiero hacer ningún reclamo. Me dice que para entregarme esa información necesita mis datos.

Entonces, sí reclamo y sí me altero y le hablo sobre el derecho a resguardar mi identidad, sobre lo contradictorio del sistema… y corto.

Trato de llamar a los otros números que encuentro en la guía. Nada. Faxes y grabadoras con mensajes multinuméricos que conducen a ninguna parte.

Me resigno. Vuelvo a marcar el número de KAOS, desnudo mi privacidad, mis números, mi calle, mi ventana. Vendo lo mío por un número, un dato que me permita llegar al final de todo esto. Y marco.

- Hola, soy Loreto, deja tu mensaje y tu número de teléfono. Gracias.

No dejo mensaje. Vuelvo al sitio web del Sernac. Ya está funcionando. Tienen una noticia tipo que habla sobre el Día Mundial del Consumidor, dice algo sobre el origen de la celebración, pero no mencionan ningún evento, ninguna manifestación, ninguna luz.

Me pongo triste, porque comienzo a entender tantas cosas, tantos atropellos, tanta injusticia. Y pesco el teléfono para hablarle a Loreto sobre mi desesperanza.

Pero Loreto aún no llega.

lunes, marzo 13, 2006

¿De dónde te conozco?

Fui a juntarme con mi mamá que ya ocupaba su lugar en la fila para entrar a la “Gala Cultural” que se realizó el sábado en la Estación Mapocho. A lo lejos me pareció verla conversando con una mujer con pelo rosado que estaba justo detrás de ella y tenía una cara muy familiar, así que al llegar a la fila la saludé.


- “Hola, qué rico verte… Oye, tú pelo está casi tan fucsia como el de mi hermana”, le dije, sin tener ni idea de dónde la conocía.

Ella me saludó amable y me siguió el juego como si fuéramos amigas de toda la vida.

- Ay… perdona, se me olvidó tu nombre. ¿Tú trabajabas con mi mamá, eres amiga de ella o participaste en la campaña?… No me acuerdo de dónde se conocen - le dije.

- No, acabo de conocer a tu mamá en la fila – me dijo Jeannette Pualuan, que no era ni amiga, ni colega, ni nada de mi madre, sino de esa gente que a uno se le queda en la retina haciendo zapping una tarde después del trabajo.

Jannette es cantante, formó parte de la banda “Mamma Soul”, fue jurado del programa “Rojo” y hoy está promocionando "Salva mi Alma", un disco como solista que, por lo que alcancé a escuchar, está muy bueno.

Superada la vergüenza de la confusión, decidimos que podíamos ser amigas circunstanciales y compartimos todo el evento. Cabe señalar que no es la primera vez que me pasa algo así (jajaja… qué plancha).

Políticos, delegaciones extranjeras, personajes del mundo de la cultura, famosos y gente común (me incluyo en esta última categoría), fueron ingresando a la estación, formando un espectáculo variopinto.


Gala, gala, como quién dice gala, no era la cosa. La gente estaba con tenidas de todo tipo, desde trajes de alta noche, hasta ropa de calle, a lo que se sumaban algunos atuendos típicos de las delegaciones internacionales y las comunidades indígenas.

Un par de filas más delante de nuestros asientos, una mapuche muy elegante con su vestimenta tradicional, filmaba el evento con una moderna cámara de video. Por su lente pasó la presentación de la Orquesta Clásica de la USACh, los bailes del Bafona y las canciones de Álvaro Henríquez.


Varias personas me han dicho que encontraron fome la gala. Yo lo pasé bien: miré, me reí, canté y aplaudí con ganas a la nueva Presidenta de Chile. Para mí fue una noche entretenida. ¿Qué más de puede pedir? Mmmmm… Sí, se puede pedir un buen Gobierno.

Esta mañana, por primera vez en años, un hombre me cedió su lugar para que yo me fuera en el asiento delantero del colectivo. Parece que desde el sábado es el turno de las mujeres, porque ese sujeto, estoy segura, segura, que no me conocía.

lunes, marzo 06, 2006

Sorrentinos…

Era medio día cuando crucé la frontera argentina por el Paso Futaleufú. Tras los trámites migratorios, seguí camino y comenzaron a aparecer los pueblos de la Pampa estepa patagónica. Primero Trevelin y, más tarde, Esquel.

“No… a Bariloche recién tenés pasajes para tres días más”, me dijo la mujer a través de la ventanilla… Otra vez la carretera, otra vez la mochila al hombro, otra vez esperando algo o alguien que me llevara a destino. Entonces recordé varias películas argentinas que he visto en los últimos años y que están ambientadas en la Pampa (o en la estepa patagónica), especialmente “Historias Mínimas”, de Carlos Sorín.

No me encontré con más religiosos, y los 300 kilómetros hasta la capital del chocolate fue un tiempo sin sobresaltos hasta que la luna más grande que he visto en mi vida me gritó la bienvenida a Bariloche.

Sabía cuál era mi objetivo en esa ciudad y lo cumplí desde las primeras horas: COMER. Mi viaje por Argentina debía ser sobre todo culinario y la variedad no sería fundamental. De hecho pocos elementos marcaron el menú: bife de chorizo, sorrentinos, sorrentinos, sorrentinos, pizza y para tomar, agua o Quilmes. De postre, flan casero con crema y dulce de leche. Eso y nada más que eso. Ahhhh, los desayunos, medialunas con Mendicream o dulce de leche.

Después de tres días, un tur en el busecito de la alegría, playa, caminatas y una visita por el día a Villa la Angostura, decidí partir a San Martín de los Andes, uno de mis lugares favoritos en el mundo.

Me reencontré con mil cosas, desde el terminal, las rosas de los jardines, el centro, la tienda Oveja Negra y otros sitios de artesanía, la feria de la plaza San Martín, el restaurante Taco’s, la silla con forma de mano, los ahumaderos, la playa, Patalibros y tantos otros lugares y detalles, pero lo más importante fue reencontrarme con mi gran y querido amigo Eugenio Leguineche, con quien compartimos historias y nos pusimos al día en los últimos años de nuestras vidas. No tengo dudas, estar con él fue uno de los regalos más hermosos que me dio el viaje, por sus anécdotas, sus preguntas, sus respuestas y su presencia.

Con varios kilos más en mi mochila y en mi cuerpo, dejé territorio argentino rumbo a Temuco donde gasté un trozo de la tarde visitando el mercado y la feria de artesanía de la plaza. El resto del día fue para mi amiga Verónica Aguilera. Era la segunda vez que estaba en la casa de sus padres y llené cada rincón con mil palabras y risas. Claro que los dejé mareados con mi bitácora a viva voz… Pero me disculpé diciendo: “… ese es el problema de viajar sola y no hablar con nadie… No sólo a ustedes, sino a cada persona que encontré dispuesta a escuchar, le di una porción de mi mejor verborrea”…

Verborrea que ya se va apagando, que se aleja a medida que me reintegro a la rutina. Pero la energía… ay… la energía que me dejó este viaje sigue conmigo.

Puerto Montt, Hornopirén, Carretera Austral, Pumalín, Chaitén, Futalefú, Bariloche y San Martín de Los Andes…

Esto es lo que yo llamo sacarle el jugo a las vacaciones.

¡Bienvenido 2006!

lunes, febrero 27, 2006

La ruta de Futaleufú



Las duchas de agua caliente y el contacto con la civilización me hicieron ver la luz. Después de barajar posibilidades de ruta como atravesar a Chiloé o partir hacia Cochamó, supe con certeza cuál debía ser mi camino: cruzaría hacia Argentina por Futaleufú.

La decisión significaba perder casi todo un día, porque los buses de Chaitén a esa localidad sólo salen por las tardes. Sin embargo, en una suerte de agencia de turismo (de la Sra. Urbana) conseguí “algo” que partía a las ocho de la mañana.

“No va a poder ser na’ su viaje a Futa”, me informó el “docto” chofer. “Tengo muy pocos pasajeros y esa plata no me da ni pa’ la bencina… ahora, si usted pudiera pagar dos pasajes, ya podríamos negociar”.

Miré al hombre con desprecio, me puse la pesada mochila y partí hacia la salida de Chaitén dispuesta a hacer dedo (auto stop). Y confieso que recé… recé para que me llevaran pronto, pero también para que no me pasara nada malo. A los cinco minutos paró una camioneta y su chofer ¡Era un cura!

No sólo eso, sino que iba directo a Futaleufú, era uno de los tres sacerdotes que recorren los pequeños pueblitos de la zona e iba acompañado por una señora que era su amiga desde que se habían conocido en una parroquia donde él había trabajado algunos años antes.

Durante el camino vi los paisajes más impresionantes de las vacaciones y el sacerdote nos iba explicando a su amiga y a mí cada cosa del camino, de su geografía y de sus historias. Además paraba en todos los lugares más lindos para que pudiéramos tomar fotos.

Aunque inicialmente pensaba quedarme en “Futa” sólo un par de horas y continuar hacia Argentina, opté por seguir las recomendaciones de mi improvisado guía turístico: “Tú, que eres una chiquilla joven, no puedes pasar por Futalefú sin hacer rafting en el río que le de la el nombre al pueblo. Muchas personas de Europa y Estados Unidos vienen a Chile sólo para vivir esta experiencia y después se van sin visitar ninguna otra localidad del país”.

Y era verdad. Una experiencia inolvidable que pasé junto a Josh (el guía) y mis compañeros de balsa: Moshe, Marshal, Nicol y Daniel. Hace algunos años había hecho lo mismo en el Trancura Alto, pero el Futaleufú es por lejos mejor: agua turquesa, un paisaje sobrecogedor y mucha adrenalina, gracias a sus rápidos de categoría 3, 3+, 4 y 4+, todos con nombres divertidos como Dientes de tiburón, El toro, Cazuela y Mondaca… Sí, Mondaca, él más temido de todos y donde nuestra balsa saltó y se volteó en el aire tirándonos a todos al río…

Al abrir los ojos estaba bajo el agua, sólo veía cascos, piernas, manos y remos, mientras trataba de entender hacia donde tenía que nadar para salir a la superficie y poder respirar, pensaba en todas las instrucciones que nos había dado Josh para sobrevivir a una situación como esa, hasta que él me tiró del chaleco salvavidas y me subió de vuelta al bote. Ufff… ¡Qué aventura!

A la mañana siguiente me dispuse a retomar mi plan, pero era domingo y tampoco había buses que fueran hasta la frontera… Caminé hasta la salida del pueblo, nuevamente comencé a rezar y una hora más tarde llegué al límite del territorio nacional. Me despedí de los ocupantes de la camioneta que me llevaron hasta allí… era una pareja… ¡Una pareja de evangélicos!

Mi hermano Felipe se rió mucho con la historia y me preguntó si yo estaba tratando de cambiar de religión… Yo tengo otra teoría: pese a las distintas formas de acercarse a él, creo que Dios es el mismo y que me estaba acompañando.

Continuará…

lunes, febrero 20, 2006

Mucho bosque para mi…


El viaje tuvo de todo. Partí sólo conociendo cuál sería mi primer destino: el Parque Pumalín. El resto del trayecto se fue haciendo un poco por azar, un poco por ganas.

Finalmente no comí mariscos en Angelmó, no por miedo a intoxicarme, sino porque me encontraron cara de turista gringa y me querían cobrar un ojo de la cara. Así que, después de disfrutar un crudo en el centro, tomé el bus rumbo a Hornopirén, un pequeño pueblito que para mí fue la entrada a la Carretera Austral. Parte del tramo era sobre un trasbordador, nave que hizo un desvío de su recorrido habitual y se acercó a una lobería donde vi a más de 200 lobos de mar descansando sobre las rocas.

Hornopirén tiene más locales de Internet que lugares para comer. Eso llamó mi atención junto con la belleza de este lugar donde tomé el segundo trasbordador, esta vez hacia Caleta Gonzalo, una de las entradas al Parque Pumalín. En el trayecto estuve más de una hora escuchando hablar a un grupo de turistas-ciclistas de República Checa. La verdad es que no entendí nada de lo que hablaban, pero me fasciné mirando su interacción.

Una vez en Caleta Gonzalo, y luego de atravesar un puente colgante, llegué al camping, un lindo jardín rodeado de bosque donde cada quien instala su carpa donde quiere. Es bello el lugar, pero no se genera mucha interacción entre la gente. Sólo a la hora de las comidas pude conversar con algunas personas, compartiendo una mesa en el quincho. Todo lindo, todo limpio, todo normado. Aprendí a usar mi cocinilla con gran habilidad. En las noches pasé mucho, pero mucho frío, aunque llevé un guatero, uno de verdad, no es en sentido figurado.

Intenté seguir la corriente de los visitantes del lugar y hacer uno de los senderos… este es una de las cosas que motivan a las personas para ir hasta este austral parque: recorrer los diversos circuitos que ofrece Pumalín. Comencé por uno de los más pesados… “La Cascada”. Me tomó cinco horas y terminé odiando el bosque nativo, los animales, los pájaros y los ríos. Sentí músculos de mi cuerpo que no conocía y terminé con barro hasta dentro de las orejas.

Resulta que este caminito que se veía tan lindo e inocente en un principio, aumentaba su dificultad a cada metro. Cuando uno pensaba que ya había pasado lo peor, venía algo realmente peor. Mientras caminaba y caminaba para salir del bosque, solo pensaba en volver a la civilización y en un buen masaje… Como soy muy sedentaria, comprobé que tengo un estado físico malito… jajaja.

En el camping de Caleta Gonzalo, al igual que todo lo demás, los baños son muy limpios, pero las duchas son con agua fría (muy fría), no hay luz, teléfono, ni señal para celular y menos… Internet.

Aunque aproveche de tener largas conversaciones conmigo misma, tras cuatro días de aislamiento, cuando ya estaba a punto de comenzar a debatir con una de mis linternas a quien bauticé como Viernes (jajaja), me animé a hacer un sendero más razonable (Los Alerces, 40 minutos de caminata) y decidí volver al mundo. Me recibió Chaitén.

Después de encontrar un “moderno” cyber de Internet, con un poco de frustración a cuestas y convencida de que estoy un poco vieja para ir de camping sola, tomé otra decisión: que el resto de mi viaje tenía que ser eso, un VIAJE, con mucha conexión… y muchas conexiones.

Continuará…

jueves, febrero 02, 2006

A Pumalin los pasajes



Confirmado… a Pumalín los pasajes. En realidad, si todo sale bien, el domingo estaré llegando a Puerto Montt, con el infaltable almuerzo en Angelmó. Después partiré a Hornopirén y desde ahí sigue mi ruta hacia el mágico parque de Tompkins…

Ya tengo mis ollitas de camping, buena linterna y capa de agua. Estoy feliz con mi viaje. Parto con el corazón y los ojos abiertos, esperando recomendaciones de los que ya conocen el fin del mundo…

(Up date: estoy poniendo algunas fotos en mi flickr, pueden verlas pinchando aquí)

lunes, enero 30, 2006

Voy y vuelvo

Hay tantas cosas para contar y tan poco tiempo. Tantas por vivir, por sentir, por conocer. Transito caminos nuevos, voy explorando con los ojos muy abiertos. Son esos, los míos, que este fin de semana dejan la ciudad y parten rumbo al sur.

Voy a vivir en verde, en lagos, en lluvia y en viento.

Por ahora tendré días de mucho trabajo y, aunque hay mil cosas para contar en el blog, las historias tendrán que esperar.

Puede que deje un par de palabras, puede que no vuelva a escribir aquí hasta fin de mes… pero confieso que me encanta que vengan todos a esta casa mía, que hablen, se rían, reclamen, opinen o cuenten sus propias historias inspiradas en lo ven a través de mis ojos.

Así que aquí les dejo las llaves y… siéntanse como en su casa.

Voy y vuelvo.

miércoles, enero 18, 2006

Deje su mensaje después de la señal


Dejé la cartera sobre la cama y apreté el botón para escuchar los mensajes de la contestadota. Había sólo uno.

La mujer decía:

Hola Rosita, quería pedirte que me anotes con dos horas para el sábado por
favor. Muchas gracias y cualquier cosa… llámame
”.

Estas situaciones de verdad me desconciertan. Después de reírme un rato, comencé a pensar y a preguntarme un montón de cosas: ¿Quién era Rosita? ¿Qué tipo de servicios ofrecía? ¿Por qué dos horas? Y ¿Cómo sabría la mujer al otro lado del teléfono a qué hora la iban a atender?

Entonces recordé el cuento “La Voz del Amo”, del libro homónimo de Jaime Collyer, y decidí que si siguen llamando a Rosita, voy a terminar ofreciendo algún tipo de servicio…

¿Cuál?

No lo sé aún.