viernes, junio 29, 2007

Felipe otra vez


A mí me encanta viajar y a él también. Él es Felipe, mi hermano. Pese a lo que dicen los científicos de mis post anterior, el es el segundo, pero es el que posee el mayor coeficiente intelectual de los cinco hermanos o, al menos, nos tiene convencidos de eso.


A mí me encanta viajar, pero él viaja mucho, mucho más que yo. De hecho, hace tres años Felipe estaba estudiando en Japón y se hizo un sitio web muy lindo que se llamaba “Lost in Translation”, donde contaba sus aventuras niponas. También allí supimos de sus viajes a China y Tailandia.

Yo quería tener un sitio tan lindo como el de él y así, en junio de 2004 nació mi blog, “Con los Ojos en la Calle”… Ya que yo no podía hablar de Tokio o Shanghai, me dedique a contar sobre el Paseo Ahumada, Ñuñoa y el Río Mapocho.

Cuando volvió a Chile, Felipe dejó su blog bastante botado, pero se entiende porque estaba metido en miles de proyectos, como terminar de estudiar Ingeniería Informática y entregar su tesis sobre usos educacionales de la tecnología. Además empezó a ser profe de la universidad. Me imagino a “las niñitas”… Si no fuera mi hermano y lo viera parado al frente de la clase yo suspiraría “todo el rato”… es un rico!

En fin. Antes de Japón, Felipe había ido a Europa y recorrido parte de Latinoamérica. Después de estudiar en la Universidad de Waseda, entre estudios y proyectos laborales, siguió viajando a Israel y Estados Unidos. Incluso, estuvo Sillicon Valley.

Pero además de la admiración que siento por él, lo quiero desde la esencia misma del regaloneo, me encanta que me tenga paciencia, que siga guardando una bicicleta que nunca usé, que durmamos siesta juntos y hacerle cariño en su pelo. Sí, suena incestuoso, lo sé. Jajaja.

Me cae bien el Felipe. Y… bueno, por qué estoy contando todo esto, que tiene poco de calle y mucho de alma? Mmmmm… Ah, porque el perla anda viajando nuevamente. Una vez más está en Israel y, aunque serán sólo algunas semanas, parece que está volviendo a escribir y sus historias son muyyyy entretenidas (y bilingües). Espero que lo disfruten como lo hago yo.


La Máquina :: Todos formamos parte de ella
http://blog.baytex.net

lunes, junio 25, 2007

Notas del día (Chistosilla)

Esta es una noticia del jueves, pero recién lo leí hoy: “Estudio señala que los hermanos mayores tienen mayor coeficiente intelectual”. Lo sabía!!! (Soy la mayor de 5, así que debo ser muy, pero muy inteligente).

El viernes fui a ver la película El Perfume, basada en mi libro favorito, y me gustó harto, gracias JFE. Era todo tal cual me lo había imaginado cuando leí la novela, menos el protagonista, porque en el texto era muy tullido y en el filme, todo guapo.

Ayer visité el Cajón del Maipo con Pablo/T y estuvo increíble. Un día precioso, subimos hasta muy arriba, estaba todo blanco, comimos nieve y nos tiramos nieve, se me congelaron las manos, dos horas de taco de vuelta, terminamos cenando Lomo a lo Pobre en el Galindo. ¿Qué tal? (Ya se vienen las fotos).


Dato geeky-nerd-perno-ganso: como si me sobrara el tiempo, estoy probando Twitter, un sistema de microblogging en que uno puede escribir todo el rato lo que está haciendo en ese minuto. Se supone que todos se leen con todos, pero todavía no entiendo para que sirve. Camus me dice que lo encuentra inútil y que sólo serviría para cosas como saber dónde está el junior de tu oficina o ir siguiendo el resultado de una elección. Guaquil escribe ahí todo el rato. Raro. Si alguien entiende, que por favor me explique. También estoy medio peleada con Del.icio.us y reconciliándome con Google Calendar. Me superó la tecnología.

A propósito, tengo ganas de hacer un nuevo podcast, pero no tengo tiempo, se me quedó el micrófono en la casa de mi profe de inglés y no se me ocurre el tema. Pero es un compromiso para julio (el mes de julio) ¿Alguna idea?

En la Portales el jueves van a hacer el primer encuentro chileno de Stand Up Comedy. Dedicarme a eso es mi sueño frustrado. ¿Seré lo suficientemente chistosa para hacerlo? No creo, de hecho soy bien fome y mis amigos se ríen de mis historias por caridad. Lo sé. (Esto es falsa modestia para que ellos digan, “no Paloma, tú eres genial”, y alimenten mi ego en el día de hoy… Pero de verdad soy muy fome).

Hablando de chistes, otra historia de Mónica, mi amiga argentina que enseña español en China. Ella dice que hay dos cosas que hacen felices a sus alumnos: las golosinas y los chistes.

“Realmente se ríen con ganas cuando les cuento que mi marido me espera y les muestro la foto de Antonio Banderas, que tengo un hijo pero que en este momento no me acuerdo en que país lo dejé estudiando y que ahora soy una laoshi (maestra) con un par de novios, no siempre chinos, por supuesto, ¡y les muestro las fotos de Richard Clayderman y de José Luis Vélez!

Pero en uno de los grupos, la broma no funcionó, sobre todo la parte del hijo perdido y olvidado. Cuando lo dije por primera vez uno de ellos gritó… REALLY? Y después de que les expliqué el chiste, después de que se los volví a explicar y les dije que era sólo una broma para activar vocabulario, después de que sí, toda la clase largó una risotada limpia y amplia, después del aula vacía y llena de figuritas con caras extrañas pegadas al pizarrón, Wang Tei volvió preocupado y preguntó:

- Laoshi… ¿Usted tiene mamá?
- ¡Sí, claro!
- ¿Y si le pregunta a ella? ¡Seguro que sabe donde esta su hijo!”


Aquí escribes el resto del contenido que no se vera.

*Foto de James Oligney en Flickr

miércoles, junio 20, 2007

Mi dentista y yo


No se trata de la obsesión con los dientes separados, aunque tal vez tenga algo que ver.

La historia comienza así: principios de los ochentas, por el vidrio que hay en la puerta podría ser el despacho de un detective privado, pero es sólo la consulta de mi dentista en el centro de Santiago. Estoy sentada junto a mi abuela Nena en una sala de espera lúgubre. Mientras oigo los chillidos de otro niño, mi vista se fija en una de las ilustraciones que adornan los muros. Todas ellas muestran a niños sufriendo en el dentista. Tal vez a alguien le pareció divertido el sarcasmo. A mí no. Lily, mi dentista, es amiga de mi abuela y es una señora tan vieja como la Nena. Se supone que es moderna, que tomó cursos para lograr que los niños se relajen mediante técnicas de respiración, pero ninguno de sus métodos surte efecto cuando veo su mano algo temblorosa acercándose a mi boca. Lily tiene una enfermedad de abuela que la hace temblar, pero un centímetro antes de que la máquina toque mis dientes, su pulso se vuelve perfecto. Después de la consulta con Lily, mi abuela me lleva a tomar un jugo al “Café Paula”. Ella toma té. Esto es lo que más me gusta de ir al dentista, aunque siempre el líquido chorrea por el lado de la boca que sigue anestesiado.

Fines de los ochentas, Providencia con Pedro de Valdivia. La luz entra por todos lados a la Consulta del Caco, sobrino de mi abuela Nena y dentista también. Es buen mozo el Caco y quiere mucho a mi abuela y a mi mamá. Es menos tierno que la Lily, pero mucho más divertido. Y no tirita. De todas formas, el ruido de su máquina me da terror. Muchas veces voy con mi abuela y, cuando el Caco termina su trabajo, caminamos por “Provi” hasta el "Drugstore" y ella me deja elegir la copa de helado que yo quiera. Mi abuela pide un té y un trozo de kuchen de quesillo. Después nos vamos en taxi, porque a la Nena le gusta andar en taxi casi tanto como le gusta el cheesecake.

Por años el Caco me siguió atendiendo con la misma simpatía del primer día, tan igual, tan lo mismo como ese miedo que me da cada vez que oigo la máquina acercándose a mí, ese miedo que nació en la consulta de Lily, mientras veía las ilustraciones y escuchaba los gritos de otros niños.

Y la Nena… la Nena era “Provi”, era el jugo de melón en el “Café Paula”, era el kuchen de quesillo del “Tavelli”, era el dentista, era la siesta de los sábados. La nena era casi todos los recuerdos que tengo de mi niñez. Pero la Nena se fue en febrero y tras su partida asumí que debía hacerme mujer o, por lo menos, hacerme cargo de mis dientes, separados y todo, más allá de la familia.

Por primera vez en mi vida pesqué el teléfono y tomé una hora con un dentista que jamás había visto antes: el Dr. C. Luego de nuestras primeras citas, puedo afirmar que me encanta el Dr. C. porque es lindo, meticuloso y muy conversador. De hecho, tiene el fantástico don de entender lo que estoy pensando sin que yo deba mencionar ni una sola palabra. No podría decir sin que tenga que abrir la boca, porque en nuestras citas tengo todo el rato la boca abierta. En fin. Mientras tiene su mano y mil aparatos apoyados en mis dientes, basta que yo haga una mímica inacabada o unos balbuceos locos, para que él se vuelque a responder la más compleja de mis preguntas. En nuestros encuentros él también me plantea sus dudas, en especial con respecto a temas tecnológicos. Yo, en esta modalidad de mímica y balbuceo, le explico al Dr. C. por qué es tan importante que tenga un sitio web o, al menos, un blog. No sé si entiende a cabalidad, pero se muestra muy interesado en el tema.

El Dr. C. piensa que mis dientes separados son lindos y yo pienso que el lindo es él, porque se parece a mi papá, porque es de los hombres que entienden a las mujeres con solo mirarlas, porque ya no le tengo tanto miedo a las máquinas, porque voy sola al dentista, y porque recuerdo con nostalgia los jugos, los helados, las manos temblorosas de la Lily y los niños sufriendo en unas viejas ilustraciones que cuelgan del muro de un lugar, que parece el despacho de un detective, pero en realidad es la consulta de mi dentista, a la que espero sentada junto a mi abuela Nena.

martes, junio 12, 2007

Un trozo de tiza amarilla

Ayer lo vi nuevamente. Estaba hincado junto a una de las rejas del Río Mapocho y escribía en el suelo, una vez más, de atrás hacia adelante con un trozo de tiza amarilla, mientras susurraba la misma historia.

Me acerqué con discreción pero no pude entender el significado de sus palabras. Aunque eran mis letras, estaban conjugadas en su propio idioma, tal vez una lengua única.

Seguí caminando y tomé un colectivo. El auto se detuvo en una luz roja cerca de la carretera y ahí, en un lugar de nadie, rayado en un muro decía: “SE BUCA POLOLA”. Nada más, ni siquiera un "interesadas comunicarse al…", "que me ame con locura...", "me gustan rellenitas y simpáticas...". Nada.

Entonces pensé en cómo comunicamos nuestros mundos, nuestros anhelos, lo que deseamos. Pensé en que el lenguaje está hecho para eso, para comunicar, para provocar algo en un otro. Está hecho para seducir. Pensé también que todos de algún modo vamos por la vida seduciendo al mundo, de distintas formas, en distintos soportes, pero seduciéndolo al fin.

Muchos usamos las mismas letras, incluso ciertas veces el mismo idioma, pero cada cual lo hace a su manera. Algunos ponen sus pensamientos en Internet, como una botella que se va flotando mar adentro; otros eligen un muro para soñar con el fin de la soledad, proponiendo palabras que se enuncian ya solas, y hay quienes escriben su historia y seducen al mundo de atrás para adelante, con tiza amarilla y un lenguaje que sólo ellos entienden.

lunes, junio 11, 2007

Déjà vu


De pronto descubrí que estas imágenes tenían cosas en común, que tenían cosas parecidas y muy parecidas.

Muchas veces pensamos que somos más evolucionados que las generaciones anteriores, que tenemos los temas más resueltos… Esto es cierto en algunos aspectos y, en otros, las cosas antes de seguro eran muchísimo mejores.

Sea como sea, hay elementos que no cambian, que se repiten, que -marcados en nuestro ADN- se presentan una y otra y otra vez en la historia de una familia: en gestos y risas, en la forma de caminar, en las manos y en muchas otras cosas.

La evidencia está aquí, en estas fotos, tan fuerte como en nuestros huesos y en nuestra sangre.

martes, junio 05, 2007

Lo que no veo de mí

La cara que veo en el espejo no es la misma que ves tú, tampoco es la misma que ven ellos, sin embargo sigo siendo yo. O al menos lo que yo percibo de mí.

No. Nunca sonrío con la boca abierta frente al espejo. No, tampoco lo hago en las fotos. Por eso, la idea que tengo de mí es con la boca cerrada. Entonces es una imagen rara, porque nunca soy así, hablo todo el tiempo, me río mucho, grito, canto, todas cosas que requieren tener la boca abierta –o muy abierta- cosas que muestran mis dientes separados y otra forma de mi cara, que no es la que tengo para mí.

Es así con todas las cosas que vemos, a la imagen real de las cosas se suma la carga que ponemos en ellas, la carga emotiva, moral o estética que les damos, carga que a su vez está dada por nuestra experiencia.

O la omisión de algo que no sabemos, de un dato que nos falta al valorar la imagen, en este caso, la omisión de mis dientes separados, de cosas que otros ven en mí, desde fuera, no desde el otro lado del espejo, sino enfrentándome en mi realidad, en la tuya, en la de ellos.

Paloma según James, pincha aquí