jueves, marzo 29, 2007

Primavera en inglés

Lo que más me gusta de viajar es lo que se siente en todo el cuerpo en el instante en que el avión se separa de la pista, cuando la espalda se pega muy fuerte al asiento y sabes que estás subiendo, subiendo hacia alguna parte.

Lo que más me gusta de viajar es conocer lugares, doblar una esquina y descubrir una tiendita escondida y fascinante y tener la sensación de haber hallado un tesoro, pensar que nadie estuvo allí antes.

Lo que más me gusta de viajar es conocer personas. Subir a un bus o al metro y ponerse a conversar con alguien de cualquier parte, mirar la forma en que la gente se viste, se mueve, habla en uno o en mil idiomas.

Lo que más me gusta de viajar es sentir, sentir los olores, los ruidos, los latidos de una ciudad: Nueva York me espera.

Es mi primer gran viaje en mucho tiempo y, por un par de semanas, mis ojos se trasladan a la gran manzana.

Me estoy preparando para caminar sus streets y avenues, recorrer Nolita y Chinatown, y ver como florece el Central Park.

Para mí, este otoño será primavera en inglés.

miércoles, marzo 21, 2007

¿Dónde está el teniente Bello?


Conocí a Iván y Yanko hace más de una década en una casa donde conversamos con un gran cuadro figurativo-surrealista como telón de fondo. Hasta hoy recuerdo esa pintura por su marcada influencia de Dalí y los delfines espectaculares que mostraba la escena. Desde entonces decidí que me encantaba la obra de Iván Godoy.

Pasó mucho tiempo y lo volví a encontrar junto a Yanko Rosenmann en el jardín de la casa de la Pilo, mi madre. También volví a reencontrarme con la obra de Iván, que en 2003 estaba enfocada en el concepto de la última cena, el pan, el vino, la mesa servida.

Anoche fui al Museo Nacional de Bellas Artes a la inauguración de su muestra más reciente y quedé gratamente sorprendida por la coherencia y la fuerza del trabajo que realizó junto a Yanko.

Se trata de una investigación, de una aventura, de un vuelo arriesgado, emotivo y mágico. Un rescate de la memoria para reivindicar la figura del teniente Alejandro Bello Silva, quien el 9 de marzo de 1914 despegó a bordo de su aeronave para cumplir con la última prueba que le permitiría obtener su título como piloto profesional. Sin embargo, el teniente Bello nunca llegó a su destino en Cartagena y, desde entonces, su apellido se ha usado para referirse a distraídos y extraviados.

Bajé a la sala subterránea del museo. A un lado del espacio encontré una serie maravillosa de 16 cuadros de Iván que simulan pizarrones negros con instrucciones de vuelo, mapas y dibujos de complejas piezas de mecánica aeronáutica. En el medio, 93 retratos de personas desaparecidas o extraviadas y, en la otra mitad, se montó una recreación filmada del último vuelo de Alejandro Bello.

Son cuatro pantallas con grabaciones hechas en un avión biplano desde el casco de piloto (frente), el timón trasero (posterior) y las alas (laterales), lo que permite al espectador sentir que va pilotando y que experimenta “el punto de no retorno” al que llegó Bello antes de convertirse en mito. Como planteó Vicente Huidobro: “los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur”.

Yanko dice que este es el rescate de una figura patrimonial que se perdió en el cielo desafiando a Newton, “porque no todo lo que sube tiene que bajar”.


Imperdible:
“Bitácora Perdida del Teniente Alejandro Bello Silva”
Museo Nacional de Bellas Artes
Del 21 de marzo al 20 de mayo

martes, marzo 13, 2007

Galleta de la fortuna

Con más gula que hambre entré a un pequeño supermercado chino-coreano-japonés de la calle Merced, compré una galleta de la fortuna y salí del lugar con mi destino en la mano.

Algunas cuadras más allá abrí el envoltorio y le di una mascada a mi suerte, pero cuando miré en el interior para buscar el papelito con las verdades sobre mi futuro me encontré con una sorpresa: la galleta estaba vacía.

Luego de superar el shock inicial y aceptar que me sentía estafada, lo primero que pensé fue en volver a la tienda y reclamar por una nueva o comprar otra, pero me puse a mirar con detención la masa vacía y me iluminé.

Terminé de comer la “galleta de la no fortuna” pensando que el mensaje que traía era el mejor de todos: si la galleta estaba vacía, era mi deber construir mi propio destino. Porque el destino no está en un papel, el destino es lo que uno hace, lo que uno quiere, lo que uno imagina. Ese es mi futuro.

With more greed that hunger I entered a small Chinese-Korean-Japanese store on Merced street, I bought a fortune cookie and left the place with my destiny in one hand. Some blocks farther I opened the wrapper and I bit into my luck, but when I looked for the little paper with the truth about my future I met a surprise: the cookie was empty. After overcoming the initial shock and accepting that I was feeling defrauded, the first thing that I thought was to return to the store to ask for a replacement or to buy a new one, but I looked with attention at the empty mass and I felt enlightenment. Then, I continued eating my “no-fortune cookie” thinking that the message that was in it was the best of all: if the cookie was empty, it was my challenge to make my own destiny… because destiny is not in a piece of paper, destiny is what I do, what I want, what I imagine. That is my future.

martes, marzo 06, 2007

Cocina comunitaria



Agnes organizó una sesión de cocina comunitaria en mi casa, el tema fue comida judía y más precisamente los varenikes. Ella sabía la receta porque también se prepara en Rusia, su país natal.

- “Yo compré la harina, la crema ácida y la cebolla. A ti te toca tener los huevos, un kilo de papas y el tocino”.

¡Tocino! Estoy segura de que los varenikes de la casa de mi abuela jamás tuvieron tocino. “Es la variante rusa”, me explicó Agnes, mientras nos reíamos.

Por ahí leí que los varenikes son los sorrentinos o los ravioles del mundo judío. “Los italianos tenían muchas cosas para rellenarlos, la bobe (abuela) solamente unas cuantas papas. Pero, con algunas olvidadas cebollas y un poco de elemento graso los varenikes se convirtieron en uno de los milagros más interesante de la cocina universal”.

Después de comer, terminamos tomando unos cortitos de vodka y jugando cacho, en esta jornada chileno-judía-rusa, que se vivió como las mejores tardes playeras de la adolescencia. Gracias Agnes, Narval, Claudia y Piti.

Vareinkes
Ingredientes:
Masa: 500gr. de harina; 4 yemas de huevo; 2 cucharadas de aceite; 1 cucharada de sal fina; Agua tibia; 1 Hoja de laurel.
Relleno: 1 kg. de papas; 1-2 cebolla grande; Sal, pimienta, azúcar; 2 yemas; Aceite.
Procedimiento:
Masa: Formar una corona con la harina y la sal, en el centro poner los huevos, aceite y de a poco incorporar el agua tibia (con laurel), hasta lograr una masa lisa y pareja. Dejar reposar unos 30 minutos. Estirar, cortar discos y rellenar. Cerrar en forma de empanadita dejándole los bordes anchos. Cocinar en agua con sal, servir con la cebolla rehogada, crema ácida o natural y tocino dorado (si la religión lo permite).
Relleno: Picar las cebollas finamente y dorarlas. Pelar las papas, cortar en cubos y cocinar con agua y sal, una vez tiernas, molerlas hasta formar un puré. Agregar la cebolla dorada, condimentar con sal, pimienta y azúcar.
Agnes organized a community cook session in my house. The topic was Jewish food, more precisely: varenikes. She knew the recipe because it is also prepared in Russia, where she was born.
- “I will buy flour, sour cream and onions. You have to buy eggs, potatoes and bacon”, she said.
Bacon! I am sure that my grandmother's varenikes didn't have bacon. “It's the Russian variation”, Agnes explained to me while we were laughing.
I read that varenikes are the sorrentinos or ravioles of the Jewish world. “Italians had great things with which to fill them, the bobe (grandmother) only had a few potatoes. But, with some onions and oil, varenikes became one of the more interesting miracles of universal recipes”.
The evening continued in the best manner with little vodka glasses and playing “cacho” in this Chilean-Jewish-Russian day. Thank you Agnes, Narval, Claudia and Piti.