martes, abril 22, 2008

Derechos y deberes




- ¿Por qué hay tantos policías en el centro hoy?- pregunté a un carabinero que estaba parado al lado de una micro de la institución, en Bandera con Huérfanos.
- Siempre estamos acá- respondió.
- Mire, yo paso todos los días por acá y lo que usted dice no es cierto.

El carabinero insistió en su postura, y yo volví a preguntar e insistir una y otra vez.

- ¿Por qué no me dice lo que pasa realmente y terminamos con esta cuestión?
- No pasa nada señorita.
- Insisto que me diga que pasa, tengo derecho saber.
- Ahhh, es su derecho, ¿por qué?
- Porque yo como ciudadana tengo derecho a saber lo que están haciendo en un lugar público.
- Mmmm, así que derecho, ¿y usted conoce sus deberes?- me dijo con tono socarrón.
- Claro que los conozco y mi deber ahora es decirle que tiene muy mala voluntad y que espero que éste sea un muy mal día para usted, porque eso le ocurre a la gente con tan escasa disposición de servicio a la ciudadanía- dije exagerando la nota. Di media vuelta y me fui.

Después de almorzar insistí nuevamente en el tema, preguntándole a un guardia municipal quien, con más ingenuidad que mala fe, me dio la misma explicación del carabinero, asegurando que siempre había muchos policías allí, pero sus palabras fueron opacadas por más de diez motos que cruzaban a toda velocidad por la calle Bandera con rumbo al Norte. Para mí eso no era del todo normal.

Hoy, a la entrada de la calle Nueva York, vi nuevamente una micro de la policía, me acerqué y le pregunté nuevamente a un carabinero. “Es bien curiosa usted ah. Estamos acá porque se preveen algunas marchas por el tema de la píldora del día después y por un paro de la UTEM”.

Le di las gracias y sonreí feliz.

Me molesta profundamente cuando los uniformados tienen ese comportamiento de Secreto de Estado para darse ínfulas de importancia, cuando se trata de temas bastante cotidianos.

¿Era tan difícil responder con la verdad y de buena forma?… Creo que no.

martes, abril 15, 2008

Mi primera vez


Paloma y Myriam 1980
Originally uploaded by paloma.cl
No recuerdo la primera vez que me cortaron el pelo. Miro fotos donde veo esos rulitos que mi mamá amarraba en chapes, enmarcando las primeras pecas que comenzaban a poblar mi cara.

Después de recoger los pantalones en el local de la costurera, escucho unos chillidos desgarrados al otro lado de la galería y a medida que me acerco noto que provienen de la única peluquería que queda abierta.

Debe ser uno de sus primeros cortes de pelo, uno de esos que tampoco recordará. Lo veo retorciéndose en los brazos del padre, mientras una mujer intenta hacer su trabajo sin causar daño. Pienso en esos lugares especiales que hay ahora, donde los sillones son autitos o caballos y, dispuestos en frente, televisores para mantener a los clientes hipnotizados y ajenos al miedo.

Entonces empiezo a hurgar en la memoria y las primeras imágenes que logro captar no tienen ni caballitos de colores, ni aparatos de televisión, ni siquiera una peluquera.

Debo tener unos cuatro años. Frente a un espejo de marco de bambú veo mi reflejo y el reflejo de mi mami. Ella se pone delante de mí, se aplica, se concentra y -en el afán de dejar mi pelo parejo- usa la tijera por aquí y por allá, una y otra y otra vez. De pronto se ríe nerviosa, me doy vuelta y veo que mi chasquilla está corta, muy corta. “No te preocupes mami, me veo joven”, le digo y ella se larga a reír y yo también río, y nos reímos juntas, en el reflejo y al otro lado de él.

viernes, abril 11, 2008

Amor Ciego en casa

“Elige a Sebastián. Te maldigo Cari. Quiero limpiar mi frustración. No puedo creerlo. Maraca. Ya lo elegiste, cómetelo. Puaj, repulsivo el beso. Primer beso de Edmundo. Edmundo perdió la virginidad en Canal 13. Yo pensé que lo de Edmundo era un jueguito, pero Cari lo eligió a él y eso que Edmundo tiene 25 años y se taima como un cabro chico, yo siento que tengo más madurez que él. Todos amamos a Edmundo, pero lo odiamos a la vez, es el personaje frágil de la TV que podemos apadrinar, pero no quería que se quedara con él, porque uno sabe que eso va a quedar ahí, que no existe en la vida real, en cambio con Sebastián podríamos especular incluso que Cari quedara embarazada, porque Edmundo ni siquiera debe ser fértil”.

Todas palabras de mi hermana, ella tiene 16 y dice que quiere que la mantenga como NN no sólo por ser menor de edad, sino porque amar “Amor Ciego”, no es algo que la enorgullezca y adorar a Sebastián Carter, tampoco. “Al final todo el mundo ve amor ciego, Copano, Villouta y todos los que lo critican son adictos”, dice.

Nunca vi este programa, hasta que decidí quedarme en la casa de mi madre por un par de semanas y compartir pieza con NN16. Durante este tiempo -y con gran paciencia- ella me ha explicado cada una de las cosas que ve en la televisión: las series, los dibujos animados, los comerciales, los realities de MTV y, por cierto, “Amor Ciego”, el primer dating show de la TV chilena.

Le sigo preguntando cómo se relaciona con los contenidos televisivos y una vez más me sorprendo por la acidez de sus comentarios y el desenfado generacional que padece, el cual no entiendo, pero que por alguna razón me encanta.

“Yo veo todas las series gringas estúpidas, porque creo que si uno va a dañarse las células del cerebro hay que dañárselas bien. Yo no veo History Channel ni nada que no me pueda dañar mínimamente el cerebro y Amor Ciego cumplía con eso… Lo hago porque si me las pierdo, nada terrible pasará en mi vida. No será como perderme el eclipse lunar visto desde Marte, como le pasa a la gente que usa la tele para cosas importantes. Yo pienso, tengo un cerebro, una postura política, pero no utilizo todo esto frente al televisor, no uso la cabeza para ver tele, sino que prendo el lado hueco que todos tenemos. Mi inteligencia la reservo para el colegio, para mi vida y para odiar a Patricia Maldonado por facha. Muchas gracias”.

lunes, abril 07, 2008

Respirar

Corro, cambio de línea, llego al Metro Pajaritos, compro mi pasaje, duermo. Precisa como siempre, abro mis ojos cuando el bus entra a Valparaíso. “Pan y leche” pide mi amiga al otro lado del teléfono. Frente a la entrada del supermercado en un carro venden paltas minúsculas, $500 el kilo. “A la salida le compro”.

Delante de mí, en la fila para pesar el pan hay un hombre con un tatuaje de cárcel, allí veo su fecha de nacimiento y, en letras muy grandes, su signo zodiacal. “Yo también soy Libra”, le cuento. Me pregunta y le pregunto y se llama José y yo Paloma. Me pregunta un poco más, le respondo y le digo adiós. Busco la leche, voy a la caja, plata, bolsa y salgo.

Deme medio kilo, por favor. “Lo que usted diga Palomita”, entonces levanto la mirada y, por segunda vez en el día, miro a alguien a los ojos. Por segunda vez porque es el mismo es José, mi tocayo zodiacal, quien selecciona las mejores paltas para mi cucurucho de papel de diario. Entonces veo que traía el alma llena de smog y que debo respirar profundo, parar, mirar.

Luego, es la tarde de domingo y yo estiro mi flojera sobre un chal en el Parque Botánico y, antes de cerrar los ojos veo a Gala que con sus cinco años corre hacia mí.
- ¿Cómo te llamas? – me pregunta.
- Paloma
- ¿Eres un adulto?
- ¿Qué crees tú?
- Mmmmm – analiza mi cara con detención – creo que sí.
Pienso entonces que debo copiar a Gala y dudar por algunos segundos de mi adultez y sólo ser, sólo respirar y ver. Sentir, abrir los ojos al puerto y volver, aquí, con el alma descontaminada a tratar de hacer las cosas cada vez un poco mejor.