martes, octubre 31, 2006

Los auditores mandan

Este es un podcast de muchos temas. En siete minutos de música y acelerada “conversación” sabrán qué le dije a Johansen y por qué no hablo de temas de salud. Además comenté todas y cada una de las consultas que los auditores dejaron en el podcast anterior. No se lo pierdan, sigan comentando y proponiendo temas.

P.D. Los auditores mandan, pero hasta por ahí no más… Nada de andar subiéndose por el chorro.

Duración: 7.45 minutos
Para escuchar, pinche aquí:

lunes, octubre 30, 2006

Falsa modestia

Yo, querida mía, no se mucho de nada... pero se un poco de mucho.

Sé un poquito de esto y un poquito de aquello... lo justo y necesario para mantener una conversación sensata y hacer creer a las personas que soy inteligente.

(jajajaja)

Esto es lo que llaman falsa modestia, pero modestia al fin.


*Inspirado en Sócrates, Nicanor Parra y Mónica Melo...

miércoles, octubre 25, 2006

Muy exigente

Parece que ando muy exigente. En la última semana fui a dos eventos, el concierto de Kevin Johansen y una charla del artista chileno Alfredo Jaar. Por distintos motivos, ambas cosas no cumplieron del todo con mis expectativas. Para conocer las razones de mi desilusión, pueden escuchar mi cuarto podcast. Por favor, dejen sus impresiones, críticas y propongan temas para nuevas ediciones para este espacio.

Duración: 4 minutos


Pueden escuchar más en www.palomaenvoz.blogspot.com

lunes, octubre 23, 2006

Apaguen al iluminador


El jueves 19 cambié la inauguración de Alfredo Jaar por el recital de Kevin Johansen.

Kevin estuvo maravilloso, pero a la mitad del concierto, desde la platea alta grité “apaguen al iluminador”. Grité eso porque el tipo era un criminal, el peor iluminador de la historia, un asesino de la luz. Nos tenía cegados, tirando hacia el público un haz de luz insoportable.

Grité eso y Kevin… Kevin desde el escenario me respondió. A grito pelado mantuvimos un pequeño diálogo que me puso roja, pero que hizo que con un foco directo a los ojos, cegándome, incluso así el concierto valiera la pena.

Por primera vez sentí con tanta fuerza lo importante que es un buen iluminador para potenciar o destruir un espectáculo… Y el iluminador de Kevin destruyó cada cosa donde puso su luz.

¡Ay Kevin! en Chile tenemos iluminadores iluminados, como Pascal Chautard, Gonzalo (Huevo) Henríquez o Alicia (Pipo) Lawner. Ésta última, por ejemplo, en Santiago y Buenos Aires fue la encargada de iluminar a Robbie Williams; Pascal ha hecho arte en las últimas presentaciones de Francesca Ancarola y Gonzalo hizo una apuesta moderna e impecable en el recital de Los Tres.

Y sí Kevin, eres un tipo muy, pero muy luminoso. Lamentablemente, tu iluminador nos encandila, dejándonos sin tu luz.

viernes, octubre 13, 2006

Resulta



Me puse un gorro y abrí el paraguas, segura de que estaba exagerando un poco para tratarse sólo de una lluvia de octubre.


Y ahora resulta que está lloviendo a chuzos. Y resulta que ayer tembló por mucho rato. Y resulta que los días están raros, muy raros.

Y resulta que estoy cansada, cansada pero feliz.


* Foto de Claudio Núñez en Flickr

miércoles, octubre 11, 2006

Metro compartido


Comienza la temporada de recitales. Imagino el Estadio Nacional lleno y recuerdo cuantas veces estuve allí, en la cancha. Aprovechando mi tamaño pequeño partía sola y, con una técnica digna de rugbista, empezaba a adentrarme entre la gente hasta llegar a la reja junto al escenario. Era la época del colegio y mi mamá decía que yo estaba al borde de convertirme en una calcetinera (groupie), porque me encantaba estar ahí, gritando y coreando cada canción.

Los años pasaron y me fui poniendo más cómoda. Pienso en estar apretujada por una muchedumbre, mojada por el sudor de otros y me provoca bastante repulsión. No soy una persona que defienda demasiado su metro cuadrado, más bien soy de metro compartido, pero sólo con la gente que conozco y quiero.

En cambio, me molesta cuando el que está detrás de uno se acerca demasiado en la fila del banco, en el cine o en un supermercado, como si apretándose más fuera a llegar más rápido a su objetivo; esos tipos que hablan demasiado cerca; las horas de alto tráfico en la micro o en el metro, cuando sientes a un desconocido pegado, muy pegado a ti.

Tal vez eso podría ser algo positivo si la persona que nos aprieta fuera especialmente atractiva.

Creo que nunca tuve esa suerte, pero Andrea Maturana sí. Por lo menos en la ficción, por lo menos en un cuento, en uno de mis cuentos favoritos. Se llama “Cita” y comienza así:

“Era un aliento tibio que se le quedaba adherido en la nuca y le entraba por el cuello almidonado de la blusa, humedeciéndole la espalda. Alrededor de ella se comprimía la gente llenando el vagón, y sin embargo, la única proximidad real era ese aliento. Podía percibir su ritmo con más nitidez que el ruido de los carros o que su propia respiración: acompasado, tal vez acelerándose un poco a medida que aumentaba el contacto con su espalda y se hacía más intensa la presión entre sus nalgas. Pero los cambios de intensidad eran casi imperceptibles, dentro de un margen que permitía pensar en una casualidad, un inevitable acercamiento…”

Pueden seguir leyendo aquí o encontrarlo en el libro (Des) encuentros (des) esperados, Santiago de Chile, Ed. Alfaguara, 2000.

Este post fue inspirado en “Mi Metro Cuadrado”, un relato de Paty Leiva en Zancada.

La foto del metro es del destacado fotógrafo Patricio Valenzuela (Patotux).

viernes, octubre 06, 2006

Manos arriba


“De todos los años que llevo viajando en metro, nunca he presenciado un robo u otro tipo de incidente”, me dijo Mario mientras veíamos a los guardias corriendo por el anden.

El tren comenzó a moverse para entrar nuevamente al túnel y, antes de dejar la estación Universidad de Chile, sólo alcanzamos a ver un pequeño tumulto subiendo por las escaleras.

Hoy en Emol me encuentro con lo siguiente: “Baleo en metro U. de Chile tras asalto a oficina de Chilectra”.

Nadie salió herido, los ladrones no pudieron llevarse la plata y quedaron sólo dos impactos de bala en los muros del lugar y uno en un teléfono público.

Leo nuevamente la noticia y pienso en cómo es esto de estar en el lugar y el momento justos o en el lugar y el momento equivocados.

Cuántas veces me habré salvado de algo por detenerme a mirar una vitrina, porque decido cambiar de ruta o por ir dentro de un vagón del metro, en lugar de haber estado hablando por el teléfono público que recibió uno de los disparos.

Como esa vez que no podía encontrar las llaves por ningún lado y salí cinco minutos tarde. Cuando llegué a la esquina donde solía tomar la micro había un auto incrustado en al paradero. ¡Había chocado cinco minutos antes!

Aunque se supone que Santiago es una de las ciudades más seguras del continente y el metro es uno de los lugares más seguros de la ciudad, creo que las moralejas del día son “carpe diem” y “celularum habemus non llamato publicum”.

jueves, octubre 05, 2006

Mi primer podcast, casi de verdad

Este es mi primer podcast de verdad, con tema y todo… el tema es “¿por qué hablo tan mal?”.

Aunque no lo dije en el audio, quiero agregar que hay una cuota de culpa de mis dientes, ya que mis encantadores dientes separados me hacen cecear…

Tengo que mejorar eso y muchas cosas más, pero como conté de lo mal que hablo… hablando, el entusiasmo se apoderó de mí y terminé contando mil cosas más…

Para escucharlo pueden pinchar aquí…




Ya grabaré mejor y, por favor, propongan tema, porque soy ocurrente, pero nunca tanto… Jajajaja.

Up Date... Hice un blog para mis poscast y ya publiqué uno nuevo...

Mi Podcast Blog

lunes, octubre 02, 2006

La fila termina aquí


Mucha gente esperaba. Sin mejor panorama de viernes por la noche decidí sumarme. Entonces vi a la Marce Infante y a su hijo Emilio que revoloteaba por el museo.

Y nos pusimos a conversar y a esperar y vino un señor y nos dijo: “Ustedes son las últimas de la fila. ¿Podrían decirle a la gente que llega después que no les vamos a dar grabados? ¿Decirles que la fila termina aquí?”.

Aceptamos con resignación la solicitud no optativa de Rafael Munita. Él fue quien se nos acercó, quien en esa versión de Museos de Media Noche tenía a cargo las demostraciones del “Taller 99”.

La historia dice así: en 1956 Nemesio Antúnez comenzó a hacer clases de grabado en su casa, que estaba ubicada en el número 99 de la calle Guardia Vieja. En todo este tiempo la iniciativa recorrió diversos lugares manteniendo siempre el mismo nombre: “Taller 99”.

Ahora, para celebrar los 50 años de esta mítica y mágica agrupación, el Museo Nacional de Bellas Artes está presentando una muestra de este colectivo artístico, pero además en el hall central han dispuesto un área didáctica donde hay personas mostrando cómo “sucede” el taller en vivo. Ellos imprimen tres pequeñas y hermosas matrices de grabados de Nemesio Antúnez, Roser Bru y Lea Kleiner, y las regalan en forma gratuita a los visitantes que hagan la fila.

Pero la fila había terminado y, durante dos horas, me tocó la ingrata misión de informarlo a decenas de personas que se instalaban detrás de mí. “Sabes que si estás haciendo la fila debo contarte que vino un señor a decir que somos las últimas, que no van a dar más grabados, lo siento mucho”. “Sabes que si estás haciendo la fila debo contarte que vino un señor a decir que somos las últimas…”. “Sabes que si estás haciendo la fila…”.

Si estás haciendo la fila; la fila se terminó aquí; si no me crees; ese señor que está allá; no sé por qué; si casi nos sacaron fotos y anotaron los nombres; pueden venir otro día, porque esto sigue hasta el 22 de octubre. ¡Es verdad! ¡La fila termina aquí! ¡No es mi culpa!

Perdí la cuenta de cuanta gente me miró con cara de odio, una niñita se fue llorando y varios insistían en colarse. Tan abnegada e incorruptible fue mi labor, que mis compañeros de fila decidieron que yo merecía algún tipo de reconocimiento.

Aunque no obtuve una galardón ni nada por el estilo, tuve que reconocerle a la Marce que en el proceso había ido sintiendo una cuota placentera de poder, algo como lo que deben experimentar los guardias de discoteques… Un placer bajo, pero placer al fin.

Efectivamente fui la última y recibí de las manos del propio señor Munita un grabado de Nemesio Antúnez. Se llama “La Ronda” y muestra a un grupo de personas formando un círculo, donde nadie es el primero, donde nadie es el último. Sólo faltan los que quieren entrar.