Ese helado, descubrir desde lo más alto del Cerro San Cristóbal que Santiago realmente está en un valle, comprar un Buff en “Chile Montaña” y una escuela de capoeira que vimos a la salida del metro Baquedano, son las cosas que más le llamaron la atención a mi pequeña gringuita que se esfuerza por hablar un español perfecto.
Para mí, lo más llamativo son los calzones amarillos que inundan las calles. Normales, grandes o colaless, todos con el mismo propósito: amor y fertilidad. Este año decidí no usar, tampoco sé si seguiré otros ritos como comer 12 uvas o lentejas o besar a un hombre.
Lo que sí haré será salir a dar un vuelta con mochila o maleta e invocar con fuerzas mis ganas para el 2008, como cuando saboreo las primeras guindas de las temporada. Felicidad, salud, amor, trabajo y dinero para mi familia, mis amigos y para mí. Para el mundo, paz (deseo base), más justicia social y menos calentamiento global. Y, en lo personal, más capacidad para aprender de mí y de los otros, más habilidades para ver y escuchar, ser más organizada y asertiva para alcanzar mis metas y reafirmar la mentalidad zen del camino a la felicidad, pues todo lo que nos pasa, es lo mejor que podría suceder.