jueves, mayo 22, 2008

Nadie es una cifra

Trajebaño Catalina, gorrito de sol, Algarrobo, mar y la pala en mi mano. “Si sigues cavando vas a llegar a China”, me decía mamá. Por la noche imaginaba a las personas que vivían en ese país, haciendo todo al revés, con la cabeza hacia el suelo y los pies hacia arriba, porque mi papá me había mostrado en un mapamundi que ellos, los chinos, estaban casi casi justo al otro lado del globo. Es decir, que si yo estaba aquí, ellos, los chinos, estaban al otro lado, literalmente “patas pa’ arriba”.

Con el correr del tiempo me di cuenta de que en China no vivía sólo una decena de personas como en el dibujo de arena que guardaba en mi mente. Descubrí que eran miles, millones, miles de millones. Su cultura milenaria y misteriosa, su caligrafía de a respiros, una idiosincrasia reservada y musical,

Durante los últimos dos años mi amiga Mónica Melo ha vivido allá, en Tongling (provincia de Anhui) donde fue para enseñar español. Ella es argentina, profesora de literatura y poetisa. Tuvo un blog hasta que los prohibieron, pero siguió enviando sus relatos y poesías por mail.

Ella fue la primera persona en la que pensé hace 10 días cuándo supe que la tierra se movió con fuerza en el país de la gente al revés. Pensé en la magia de sus palabras, en su bella voz, en las conversaciones de madrugada (la suya o la mía), pensé en sus fotos y en la angustia de no saber.

Los muertos ya superan los 40.000 y puede parece una cifra fría y lejana, a menos que uno tenga parte del alma allí, en ese lugar que hace diez días Mónica vivió como un punto rojo:
“Nadie habla. Tongling Xue Yuan está lejos del epicentro del terremoto pero hoy TODOS SOMOS CHINOS.

Se cuenta por debajo de la sangre la sangre de los muertos. 1.000, 21.000, hace apenas una hora... se habla de 50.000. Pero los expertos afirman que debajo de los escombros aguardan otros 50.000. Y las cifras siguen su destino de sal, lavandina, tierra húmeda. Y la cámara entonces enfoca los detalles. Una mano, un par de zapatillas, una madre con un sola pierna abrazada a un hijo. Muerto. Esa mujer, el punto rojo que le dio sentido al film La Lista de Schindler. Detenidos en cada testimonio. En un par de zapatos bajo la lluvia. En el rostro mutilado de una niña, en los ojos deformados de otro anciano. El suero, el agua, la lluvia sobre los cartones, sobre las manos lastimadas de los que ayudaron todas estas noches a salvar más gente. Un bebé que sobrevivió 50 horas, una nenita que sale rota, con los huesos expuestos, sonriendo. 69 horas sin comida, sin abrigo. Esa nena se ríe. Abraza al soldado y sonríe. Mi punto rojo. Mi inflexión personal donde todo se detiene para mí. ¿Qué hice de bueno en este día? Un jovencito sale entre dos paredes, pasó días sin beber y pide coca cola. Entonces, nada, entonces una abre la heladera y mira el litro y medio y dice: Esto también es la vida, ésta también es la felicidad. Abro correos, extraño a mi familia, a mis amigos. Siento como un golpe de ansiedad y gracias por lo mucho que amo. Un celular en un auto aplastado que suena, que sigue esperando una respuesta. El terremoto sacude. Nos sacude. En un instante se acaba todo. No más esfuerzos por el examen, por esa casa con 140 cuotas por cumplir, no más ráfaga de soberbias por dinero, por los años del doctorado, por los hijos que se desean o se han ido. Todo es una nube de ceniza. Y velas rojas contra el borde de la lluvia”.
Mónica Melo
Un homenaje a todos y cada uno de los afectados por esta catástrofe, porque nada ni nadie es sólo una cifra.

3 comentarios:

Gonzalo Villar Bordones dijo...

Recuerdo hace dos años cuando me hablaste de tu amiga.

Ahora, luego de la pintura del Block, hay una catástrofe que llena de tristeza la tierra.

Anónimo dijo...

GRACIAS POR EL COMENTARIO, A VECES NOS CERRAMOS EN PEQUEÑOS SUPER MICRO PROBLEMITAS.
QUE TODOS ESTEN MEJOR

IVAN NAVARRO

Mas alla de las palabras dijo...

ni cifras ni codigos de barra....

Energias y fuerzaa