martes, enero 29, 2008

Ese misterioso vapor

Antes de que comenzara a funcionar el TranSantiago, uno de los mayores orgullos de los santiaguinos era el metro. Antes, limpio, seguro, rápido. Ahora está colapsado y, con regular éxito, han comenzado a funcionar algunas soluciones de parche.

Hasta que mi prima Julia me lo hizo notar (ella vive en NY), no había caído en cuenta que uno de los grandes problemas es que los vagones no tienen aire acondicionado. Nunca he sido muy acalorada, pero lo cierto es que los carros son verdaderos saunas sobre ruedas, en los que nuestra piel se nutre de los sudores de otros.

No sé qué es lo que me da más asco, si eso, o sentir la misteriosa humedad que expelen los ventiladores gigantes que fueron instalados en muchas estaciones. Pensé esto a partir de un post que leí en el blog “El Respetable”, en el que José Miguel Muga cuenta que se topó con una señora que argumentaba que sentía como si la estuvieran desinfectando.

A mí no me da esa sensación, sino todo lo contrario. Me recuerda el mito urbano sobre las salas de venta de los programas de tiempo compartido, donde se supone que instalan sistemas de oxígeno puro para que los clientes –drogados- tengan comportamientos compulsivos, que los lleven a comprar alejados de la reflexión.

Por precaución, yo trato de hacerles el quite a esos ventiladores, no sólo porque me da asco el vapor que tiran, sino porque desde que los instalaron se han incrementado mis experiencias paranormales en el metro. Tal vez dopaje, tal vez desinfección, quién sabe.

sábado, enero 26, 2008

Una sola gran canción

Algo que escribimos "a cuatro manos" con Micronauta y que se perdió en elgún lugar del mail de los editores de lanacion.cl. Por eso, pese a su carácter tan periodístico comparto aquí esta nota que nació en la madrugada del viernes, luego de asistir al recital de José González. Allí, pegadita al escenario, estuve sacando fotos acompañada de mis amigos de Flickr: Gabriel y Juano, para después hacerle algunas preguntas a González "him self". Una linda noche.

José González presentó su segundo disco en el Teatro Normandie

El cantautor sueco-argentino mostró buena parte de su repertorio, dando cuenta de una gran calidad interpretativa, que logró hacer interesante un trabajo que, a ratos, pareciera sonar bastante plano.

José González aparece sobre el escenario, se sienta y comienza a cantar. Es como estar viendo a un amigo que toca la guitarra en el living de la casa, y eso es precisamente lo que evoca su música: la palabra hogar.

Así, durante la hora y media que duró su show del jueves 24 de enero en el Teatro Normandie, José González meció con su voz a las más de 600 personas que llegaron a verlo interpretar lo que parecía ser una sola gran canción. De hecho, la gran similitud melódica de sus temas podría haber resultado muy tediosa si no fuera por su notable calidad interpretativa y por la intensidad de sus letras.

Pese a la desfavorable iluminación y a estar solo en el escenario, José González demostró que su música no tiene prisa. Cautivó con un repertorio incluyendo canciones de su primer disco, Veneer (2003, Mute Records) y de su segunda placa discográfica, In our Nature (2007, Imperial Recordings), destacándose How low, The Nest, Down the line, Killing for love y Teardrop, conocido cover de un tema de la banda Massive Attack.

“Fue tan bueno como la primera vez que me presenté en Chile en junio del año pasado, pero en esta ocasión me sorprendí al ver que muchas personas ya conocían las canciones de mi nuevo disco” dijo el intérprete.

La suave impostación de su voz y los arreglos de guitarra lo enmarcan estilísticamente en el mismo bando "psych-folk" de Vetiver y, especialmente, Devendra Banhart, con quien comparte un influjo multicultural. Se aprecia también una evidente influencia –reconocida por el artista- de Chet Baker. Asimismo, la emoción de González y los arreglos vocales (grabados) también rememoran al dúo de Paul Simon y Art Garfunkel.

Aunque su trabajo vocal se deslizó de manera similar en la mayoría de sus temas, fue posible apreciar mayor fuerza en sus nuevas canciones. “El trabajo que muestro en este segundo disco es más intenso, creo que eso tiene que ver con que el proceso creativo fue mucho más conciente sobre lo que quería trasmitir, mientras que el primer disco lo hice en mi casa, sin pensar en ningún público en especial”, concluye José González, quien en los próximos días se presentará en Buenos Aires (01/25) y Bogotá (01/27), para luego continuar su gira en EE.UU. y Canadá, hasta fines de marzo.

Sitio Oficial de José González:
www.jose-gonzalez.com

lunes, enero 14, 2008

Se equivocó de casa

Hace algo más de 10 años Patricia Verdugo recibió el Premio Nacional de Periodismo y hace 12 -a mediados de 1995- estaba sentada en el auditorio de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales, explicando a decenas de alumnos la importancia del compromiso con los ideales, la defensa de la verdad y la justicia y el valor del trabajo hecho con pasión.

Yo estaba allí, escuchando a la autora de libros tan relevantes como “Quemados vivos”, “Operación Siglo XX” y “Los Zarpazos del Puma”, y -en parte por ello- decidí cambiar mi rumbo, de las leyes al periodismo.

Sin duda, desde el punto de vista del servicio social, mi labor ha sido mínima comparada con las luchas de esta mujer; mi valentía diluida en lo cotidiano y jamás centrada en grandes trances históricos; mi compromiso, escéptico, sello de una generación que creció con la caída de grandes ideales.

Pero si algo apareció en mí esa tarde, fue una admiración profunda por quienes se apasionan por lo que hacen y, por ello, la certeza de que es necesario aplicar esa pasión en todos los ámbitos de la vida: en las pequeñas luchas cotidianas, en la relación con los otros, en el derecho a imaginar mundos mejores y en la posibilidad de sufrir y equivocarse y aprender y comenzar con fuerza una y otra vez.

Hoy me enteré de la muerte de Patricia Verdugo y de inmediato visualicé su imagen y su valentía como el opuesto absoluto de algo que he vivido durante los últimos meses.

En forma sistemática, una persona ha dejado comentarios anónimos muy agresivos en cada cosa que escribo, para llamar la atención generando debates absurdos o atacándome directamente. Comentarios que, también en forma sistemática, he borrado. El sujeto en cuestión dirá que son críticas, que está tratando de enseñarme a ser menos autorreferente, a mostrarme el camino correcto de los temas relevantes en los que debo fijarme como mujer, como periodista o como judía.

Menos autorreferente justo aquí, en este espacio personal donde la idea es precisamente hablar sobre lo que me sucede, sobre cómo veo el mundo, sobre cuáles son las cosas que me gustan y cuáles las cosas que me importan. Quiere que sea menos yo, en este lugar que es mi casa, que no es un sitio informativo sino que es un hogar. Quiere agredir mi esencia, y lo hace, sin dar la cara jamás, moviéndose entre las sombras, al amparo cobarde del anonimato.

No entiendo por qué, si le disgustá tanto lo que digo, está siempre pendiente de mis palabras, siendo uno de los primeros en comentar. Pareciera no tener vida propia y moverse empujado por la envidia de lo que no puede o no se atreve a tener.

Creo que soy una buena persona y que no merezco agresiones gratuitas ni ataques de ningún tipo.Para saciar su apetito, puedo decir que si este individuo quiere dañarme, ya lo hizo, si quiere amedrentarme, también ha avanzado en ello, pero no lo logrará del todo, porque lo conozco.

Su figura es tan reconocible, es la misma de los niños que acosan a sus compañeros en el colegio escribiendo en la pizarra algo que los ofenda y, cuando grandes, hablan de sus compañeros de trabajo a sus espaldas; es la misma figura de los torturadores que se sienten poderosos frente a sus víctimas vendadas; es la figura de los mediocres, de los amargados, de los que, incapaces de sobresalir por sí mismos, vuelcan sus frustraciones en quienes sí tienen capacidad de goce. Son personas que fueron ignoradas o abusadas y que, en lugar de crecer en forma positiva a partir del dolor, alimentan el círculo del maltrato, descargándose en otros, en aquellos que pueden transitar por la vida felices, aquellos que tienen algún talento.

En mi caso, sé que no gozo de un intelecto superior, ni de capacidades como las que tuvo Patricia Verdugo, pero hace mucho valoro como única mi forma de ver el mundo, la disfruto y me gusta compartirla.

Bienvenidos son los amigos, los que imaginan mi voz a medida que leen y se ríen o se emocionan. Bienvenidos también los que están en desacuerdo y vienen dispuestos a exponer sus ideas y críticas con respeto y dando la cara.

Usted, el cobarde, el mediocre, el agresor, el hijo del abuso y la tortura, no es bienvenido en mi casa, así que váyase a otra parte o abra su propio blog para volcar allí su rabia contra el mundo. Pero déjeme decirle que nunca logrará tener un hogar como éste, porque para eso se necesita luz, algo que usted no tiene y que jamás tendrá.

martes, enero 08, 2008

Volante o Maleta

Hace algunos años a mi padre le robaron la camioneta desde la puerta de su taller y, algunas semanas atrás, algo parecido le pasó a mi amigo Luis. Sin duda, una situación de gran estrés y muy desconcertante. Pero nunca, nunca, había conocido a nadie que le hubieran dicho “¿volante o maleta?”.

Esta mañana don Bruno, uno de los colectiveros de la Estación Mapocho, me contó que a él le había pasado. “Estuve un mes en cama por los moretones”.

Un jueves de noviembre, a las seis de la tarde, tres tipos abordaron su auto en la comuna de Quilicura. A las pocas cuadras le pusieron un cuchillo en la garganta y escuchó la frase que inspiró la película “Taxi para Tres”.

No sabe exactamente qué hicieron los tipos durante las dos horas que estuvo encerrado en la parte de atrás de su colectivo, sólo que en un momento el auto dio varias vueltas de campana quedando absolutamente destrozado. “No sé cómo estoy vivo”, me dijo con su expresión aún desencajada.

Continuó explicándome que unos bomberos lo sacaron de la maleta del auto y que, por suerte, tenía seguro, así que le repusieron el vehículo rápidamente. “¿Qué le vamos a hacer? Así es la vida”, agregó finalmente.

Ese es el problema, que la vida no puede ni debe ser así.

viernes, enero 04, 2008

Todo es posible

He descubierto que cuando tomo el metro los personajes que están cerca parecen haber sido escogidos en un casting. Incluso he llegado a pensar que mi vida es una película o una serie de televisión, que en la superficie algo espantoso pasará (terremoto, erupción, invasiones extraterrestres, etc.) y que me quedaré encerrada en el subterráneo con unas 30 personas que han sido escogidas con pinzas, como si se tratara de un capítulo de Lost.

No hay nadie plano, todos tienen una característica única o se parecen mucho a alguien muy conocido. Como esta mañana, que vi a un hombre muy similar a Sergio Silva (el fallecido padre de la actriz Esperanza Silva). Pero al poco rato me di cuenta que su similitud con el locutor radial no era lo más remarcable, sino que su estilo en el vestir y, más específicamente, sus zapatillas amarillas.

Recordé “El Hombre con un Zapato Rojo”, una de las primeras películas que hizo Tom Hanks (1985) y sin duda uno de los filmes que más me han hecho reír en la vida.

Lo cierto es que yo estoy lejos de parecerme a Lori Singer y este hombre tenía poco y nada de Hanks, pero tal vez era un agente encubierto, un enviado del espacio exterior, una reencarnación, un holograma.

¿Quién sabe? En mi película, todo es posible.

jueves, enero 03, 2008

Huevito

Recordé los tempranos ochentas, cuando era chica y mi mamá prendía el televisor -blanco y negro- que estaba sobre la cómoda. En la pantalla, un señor pelado y con cabeza de huevo me hablaba directamente a mí y yo salía corriendo de la pieza. Y es que me daba un poco de susto Julio Martínez.

Hoy me puse a pensar que me da susto que ya no quede gente así: tan auténtica.