miércoles, agosto 29, 2007

Cruzando las fronteras


Me gusta caminar, recorrer, descubrir. Cuando viajo, los mapas son mis aliados imprescindibles. También la organización de todo lo que haré es fundamental.

Vivir ordenando, clasificando cosas y tareas, debe ser el karma de todos quienes somos, en esencia, desordenados. Y yo sufro y gozo de este karma profundamente.

Lo curioso, es que disfruto mucho más planeando, ideando y organizando para otros que haciéndolo para mí misma. Esto se aplica a un clóset, un itinerario de viaje o a Internet.

A partir de esta motivación y con herramientas obtenidas a través de esfuerzos autodidactas, hace algunos años comencé a observar, desmenuzar y criticar todo tipo de sitios web. Al poco tiempo, descubrí que este pasatiempo tenía mucho que ver con la labor de unos especialistas a quienes admiro, los Arquitectos de Información:
Los arquitectos de información son los profesionales dedicados a la organización de la información en sitios web y espacios digitales de información, con el objetivo de facilitar su uso, búsqueda y presentación permitiendo así que los usuarios saquen el mayor provecho de la información e interacción ofrecida.
Cómo soy una convencida de que el conocimiento que no se comparte es estéril, quiero contarles de una instancia espectacular (y gratuita):


Allí, grandes exponentes de este campo van a mostrar lo último que están haciendo:
  • Interacción persona-computador
  • Sitio web para teléfonos celulares
  • Experiencias de usuario en cajeros automáticos
  • Desafíos de diseñar un sitio Web 2.0
  • Redes sociales
Yo estaré sentada en la primera fila y, por supuesto, imagino que haré un montón de preguntas, todas muy organizadas y usables.

Como dije, la entrada es liberada (hay que inscribirse/ cupos limitados).
Dónde: Auditórium / Biblioteca de Santiago / Matucana 151 / Metro Quinta Normal
Cuándo: Sábado 8 de septiembre de 2007 / 11:00
Se realizará una segunda fecha el viernes 5 de octubre / 17:00 / Escuela de Arquitectura y Diseño, Universidad Católica de Valparaíso.

Más información en www.aichile.org

lunes, agosto 27, 2007

Sur

Estaba solo en el segundo piso de esa casa, donde pese al calor de la cocina a leña, los muros se sabían húmedos y se sentían llenos de historias añosas de generaciones de inmigrantes, esos que consiguieron cada tablón, cada teja y cada clavo a punta de esfuerzo, levantándose antes del amanecer y trabajando por las noches hasta agotar el cansancio.

Estaba ahí, de pie contra la ventana, mirando los campos que de pronto se iluminaban con un rayo y los árboles que eran arreciados por el viento inclemente. Sabía que todo eso era infinito y que todo eso tenía un fin. Sabía también que la casa era lo único en kilómetros a la redonda, pero que esa soledad no podía ser más grande que la de su alma.

Se puso el abrigo, tomó el rifle que había sido de su abuelo, abrió la puerta cerciorando en su cuerpo el frío de la noche tormentosa y, sin más, se largó a caminar bajo la lluvia. Los pies hundiéndose a cada paso en el barro, los ojos fijos en el horizonte oscuro, la mano empuñando el arma y el vaho saliendo por su boca con el ritmo de un jadeo sordo que no se detenía ni dejaba parar.

Caminó por horas contra el viento, a paso rápido, hasta cruzar el bosque y seguir rumbo a los cerros. Al llegar a lo más alto se detuvo. Respiró. Sintió sus pulmones llenos del aire frío y húmedo de ese sur ancestral. Giró sobre sí y volvió a mirar todo aquello iluminado de tanto en tanto. Y cerró los ojos y sintió la lluvia, sintió el agua cayendo por su cara, sintió las manos frías empuñadas con fuerza en el rifle. Sintió la rabia, la impotencia, la soledad y la dejó salir en un grito desgarrado que rompió la noche.

Hace más de 10 años que no escribía un cuento y como la ficción raramente es ficción del todo, esta historia está basada en una imagen que andaba dando vueltas en algún lugar de mis calles desde un pasado solsticio de invierno.

sábado, agosto 18, 2007

Ciber, Sur, Ciudad


Abarzua
Originally uploaded by e L ! T
Cada cierto tiempo, siento la necesidad irrefrenable de bosques, de sentir la lluvia en los árboles y el viento en el pelo. Entonces, parto al sur. La mayoría de las veces el cuerpo me pide ciudad y tengo la certeza de ser intrínsecamente urbana. Otras tantas, el computador me atrapa y me veo como un ser virtual, alimentándome del ciberespacio.

Después de una siesta, el miércoles feriado desperté con ruki de sur en la piel, el aire de una ausente lluvia tímida que entraba por la ventana y muchas cosas virtuales y reales que hacer en la ciudad. Metí a la mochila mi laptop vintage (un Mac del 2000) y partí a mis antiguos barrios para tener la primera reunión de un proyecto que, al parecer, me tendrá tan ocupada como entretenida. Allí, en el Café Abarzúa, al terminar mi cita laboral con Tito, tomé mi cacharro computacional y me instalé en una suerte de living que hay en la entrada del lugar.

Mi ladrillito vintage se conecta a Internet con wi-fi gracias a un enchulamiento que le hizo Felipe, mi querido hermano y antiguo propietario de este computador, que me permitió enlazarme con el mundo, mientras pedía otro chocolate caliente y otro capuccino y esperaba a mi amiga Christine.

Decidí aprovechar el tiempo y la conexión enviando un correo a la gente de PlataformaUrbana, a quienes no conocía, pero necesitaba contactar en forma urgente. Firmé el mail indicando la dirección de mi blog y mi número de celular. Luego me puse a navegar por Twitter, un sistema de microblogging, que se ha convertido en mi último descubrimiento y adicción, pues consiste en decir qué estás haciendo en el preciso minuto en el que escribes, en 140 caracteres o menos. “Estoy en el café Abarzúa tomando una capuccino, sentada en un sillón. Esto es parecido a Friends, pero estoy Alone. Jajajaja”, twittié.

A los 10 minutos sonó el teléfono. Hola Paloma, soy David, de PlataformaUrbana, oye estoy al lado del Abarzúa, así que si te parece bien, me puedo juntar contigo en cinco minutos más.

Yo no entendía nada. Estaba segura de no haberles puesto en el mail donde iba a estar, por lo que me puse a buscar cámaras ocultas y a mirar por la ventana, por si al otro lado de la calle había alguien observándome. ¿Pero cómo sabes que estoy acá? Pregunté.

Porque firmaste con tu blog, fui allá, leí un poco, después pinché el link de tu Twitter y acababas de escribir: “Estoy en el café Abarzúa tomando un capuchino…”, y como estoy al lado, decidí llamar.

Y así llegó David y llegó Christine y pedí más chocolate caliente y hablamos de la web 2.0, de urbanismo, de la apropiación de las ciudades, de bailar en el Túnel, del Barrio Lastarria, del Barrio Brasil, de cómo enamorarse de Santiago u odiarlo, y de miles de cosas más hasta que fue muy tarde, al final de esa tarde citadina y cibernética, con tanto, pero tanto olor a sur.

sábado, agosto 11, 2007

De Beatles y machos beta

Media hora antes salía de la oficina para cruzar Santiago hasta mi casa, hasta mi cama y a dormir, y ahora estaba junto al escenario como invitada especial de prensa en un concierto de rock.

¿Cómo se llama la banda? No, no los conozco. No, no he escuchando esa canción. No, esa tampoco, respondía yo, mientras al otro lado del teléfono Sergio me explicaba que estaba trabajando en el recital de Sinergia y me tarareaba las canciones y me aseguraba que yo los debía haber escuchado más de alguna vez en la radio. Pero no, nunca había oído a este grupo que la noche del viernes, junto a 800 fans, celebraba sus 15 años de historia en el Teatro Teletón. Ya van en la tercera canción, te espero en 10 minutos más en la entrada, me dijo.

Ahí lo encontré, grande y amoroso como siempre, me abrazó fuerte y colgó de mi cuello una credencial que decía “Prensa”. Con ésta puedes entrar a todas partes, me explicó cuando avanzábamos entre el público hacia el escenario.

Me encontré con una gran producción, un excelente nivel técnico, músicos talentosos, carismáticos y divertidos, pero sobre todo con gente pasándolo muy, pero muy bien.

El show era una fiesta de verdad y Sinergia la banda más lúdica que he visto en mucho tiempo, mezclando sin reparos rock, funk y metal, con alusiones a elementos de la cultura pop chilena de los últimos 30 años, con guiños a lo más cotidiano de lo cotidiano y con una irreverencia tan auténtica como mordaz.

Cada integrante con su estilo propio, todos eran los chistosos del curso y 100% machos beta. De esos que saben ser guapos desde la no guapura, ser fashion desde la antítesis de la moda, tener onda sin ser onderos y ser amados por sus seguidores por identificación. Reales exponentes del baile de los que sobran, aquellos que son rechazados por ser malos para la pelota, los que no logran que sus padres les den plata para salir, los que están todo el día pegados al computador, los que hacen del gore su género cinematográfico de culto y los que son todo cuanto define a un perno por vocación.

El show terminó con varios bis, después participé del backstage con la infinita gracia de ser invisible, observar, escuchar, comer maní, papas fritas, tomar jugo, hasta que comencé a preguntar cosas por aquí y por allá, le di otro abrazo de oso a Sergio y me fui caminado con gente que acababa de conocer.

Micro en la Alameda. Pasada la media noche ahora sí debía cruzar la ciudad, con mi bolso pesado y sin más plata que la de la tarjeta bip. Me sentí sola, insegura, ansiosa. Todos allí tenían cara de sospechosos, de asesinos en serie, más ahora que durante la última semana me sumé como telespectadora de “Alguien te Mira”.

Estaba evaluando seriamente la posibilidad de bajarme, cuando John Lennon subió a mi micro y Los Beatles volvieron buenos y amigos a todos los pasajeros, que dieron monedas, cantaron, aplaudieron y también pidieron bis, una y otra y otra vez. Y yo, yo aplaudía con más fuerza que nadie, para que John siguiera cantando y llenando de color el bus mientras seguía en mi trayecto, pues no quería tener miedo otra vez, porque me encantaba la sensación de que ahora todos éramos hermanos, que Los Beatles se transformaban en Pink Floyd y se transformaban en The Doors, y dos parejas se subían a la micro y todos bailaban y cantaban, y John decidió quedarse en esta fiesta sobre ruedas que siguió subiendo por Apoquindo cuando yo me bajé del bus.

Fueron horas de machos beta gozando de glamour, horas de Beatles bajando al infierno del Transantiago, todo para enaltecer mi noche y brindarme una experiencia absolutamente sinérgica.

*Wikipedia: "La sinergia es la integración de elementos que da como resultado algo más grande que la simple suma de éstos, es decir, cuando dos o más elementos se unen sinérgicamente crean un resultado que aprovecha y maximiza las cualidades de cada uno de los elementos".

domingo, agosto 05, 2007

¿Soy una Blogstar?


Paloma
Originally uploaded by jto_
Los números de teléfono y otros datos personales de más de 600 chilenos vinculados al mundo de la televisión y la política fueron publicados en un sitio web español. Revisé la lista y mi nombre no estaba ahí, por lo que asumí la realidad: no soy famosa.

Puede parecer superficial, pero no es algo menor, pues crecí con una suerte de presión por ingresar al mundo de la fama o, mejor dicho, por mantenerme en él. A los cinco años tuve un rol destacado en la teleserie “Casa Grande” y después fui, junto a Emilio Antilef, jurado del “Cuánto Vale el Show Infantil”.

Fue antes de la era del cable y, por cierto, mucho antes de Internet, pero en 1982 allí estaba yo, ocupando una página del diario “Las Últimas Noticias”. Sobre unos anuncios de películas de artes marciales y filmes para adultos, una gran foto mía, mirando a la cámara con actitud de diva y un pie de foto que decía algo así como “no me gusta que me saquen fotos”. Pero la fama terminó allí, en ese trozo amarillento de papel y en algunos videos que guardan el registro de esa época. Pero la presión continúo y, hasta hoy, mucha gente que recuerda mi fugaz paso por el estrellato me pregunta por qué no seguí esa senda.

El cuestionamiento me incomoda bastante porque simplemente es algo no se dio, porque no sé si me hubiera gustado, porque no sé qué sería de mí ahora. Porque me gusta mi vida tal cómo es, con lo bueno, con lo malo, con lo que no fue y con lo que no será.

Sin embargo, aquí estoy, soy parte de la web, como tantos otros millones de personas en el mundo, mostrando un poco de mi mundo y cómo veo el mundo yo. Y resulta que algo que comenzó como una forma de contar historias a mis cercanos se transformó en una bitácora pública, en palabras que muchos leen y varios siguen y comentan. Y resulta que ahora mismo me estoy transgrediendo, pasando a llevar mi línea editorial, desnudándome, hablando de mí en lugar de hablar de la calle, sintiendo nuevamente el gustillo perverso de la adicción por el aplauso.

¿Por qué? Porque el jueves por la noche al final de sala alguien levantó la mano y preguntó: “¿Paloma, sientes que eres una blogstar?”. Y respondí que sí, y me sentí ridícula, y me sentí importante, y me sentí insignificante y me sentí famosa. Todo al mismo tiempo, todo eso y más.

Juan Carlos Camus me invitó a su clase del Diplomado de Periodismo Digital de la Universidad de Chile, a hablar sobre mi experiencia en torno a los contenidos digitales en sitios corporativos, blogs y periodismo ciudadano. “Ahora cada uno de ustedes va a escribir en su respectivo blog sobre Paloma y lo que ella nos ha contado”, dijo el profesor cuando terminé de responder las preguntas de los alumnos.

Y volví a sentarme, sabiendo que en ese lugar unas 20 personas -la mayoría de ellas periodistas- estaban escribiendo sobre mí. Entonces me recorrió un pudor alegre, porque sé que no cumplo con las miles de visitas diarias que tiene un blogstar, porque sé que me faltan muchos otros requisitos estadísticos, técnicos y temáticos, porque sé que hay cientos de bitácoras más importantes que la mía… Pero dije que sí, que soy una blogstar, y me empapé del dulzor del papel amarillo, de los videos viejos, del recuerdo de esa tarde de 1982 en Algarrobo cuando fui corriendo donde la Pilo y le pregunté asustada: “Mamá, ¿qué es un autógrafo?”.

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