Todos los días bajo de la cama por el lado izquierdo, pero eso no quiere decir que siga la textualidad y “me levante con el pie izquierdo”.
Cada mañana, me siento en el borde izquierdo de la cama, abro la cortina, miro el parque y, siguiendo las enseñanzas de Lidia, trato de ver cómo está vestida la gente, de ese modo sé si hace frío o calor.
Pero hoy me levanté con el pie izquierdo en todo sentido. Llené la taza del café con agua fría, en el segundo intento, la llené con agua caliente, pero puse la cucharada de azúcar fuera de la taza, después salí corriendo y cuando por fin llegué a la Estación Mapocho y tomé el colectivo rumbo al trabajo, al sentarme sentí que se me había descosido el pantalón y… que se me había descosido mucho.
Como no soy tan exhibicionista como algunas de mis amigas piensan y, por suerte andaba con un chaleco, me lo amarré a la cintura, hasta que una compañera de la oficina me prestó hilo y aguja para coser el gran hoyo. Siempre digna.
Ahí estaba yo, sentada en el baño, con los pantalones en la mano y la aguja enhebrada siguiendo el camino de la costura. Así, puntada a puntada, comencé a pensar en que todos estos contratiempos eran señales, símbolos de un año que ha sido bien raro.
Sin mucho ánimo de hacer balances, parece que la vida me obliga a reparar en ellos, me manda gritos y, mientras escucho la banda sonora de estos días, trato de mover las nubes para ver los detalles del 2005. No es un trabajo fácil y creo que me tomará un rato, seguramente más de lo que demoré en coser el pantalón, mucho más.
Espero tener las cosas más claras para el 2006. Espero que sea un año de luz, en que los caminos brillen y también espero aprender cuál de ellos es el quiero tomar. Todo lo haré puntada a puntada.