Lo reconozco... Me gusta reclamar. Contra la compañía de teléfonos, los grandes almacenes, en la feria o por alguna situación en que considere que estoy siendo mal atendida, engañada o pasada a llevar. Hay gente que hace spinning, otros apuestan en el casino... yo reclamo.
Hoy fue una tarde de consumismo frustrado, que terminé con un alegato más absurdo aún.
Comencé cruzando todo Santiago para mirar unos zapatos que había visto y resultó que al ponérmelos no me gustaron. Para no quedarme con las ganas, fui a una multitienda y me probé toda la colección primavera verano de la sección calzado. Nada era para mí. Seguí con los jeans, donde terminé considerando seriamente la posibilidad de comprar un modelo a la cadera “enchulado” (¡Qué horrible término de moda!) con unas flores bordadas y un cinturón color rosa que le quedaría muy bien a las “chiquillas” de la calle Esmeralda.
Entonces vino la cordura, asumí que ya no tengo 15 años ni pretendo cambiar de rubro, y pasé al departamento de señoras. Allí me probé unos sweters muy finos en todos los colores y tallas. Aunque uno me venía bastante bien, me convencí de que no lo necesitaba.
Una vez en la calle, y decidida tomar el rumbo hacia mi casa, el olor irresistible de la comida chatarra me hizo cambiar la ruta hacia un Mac Donalds. Promoción especial: un combo Big Mac a precio de sándwich chico. Me senté dispuesta a llenar mi cuerpo de culpa y calorías, pero al abrir la caja en lugar de la especialidad de la casa encontré una suerte de canapé. Muy enojada le hablé a los dependientes sobre los estándares internacionales, las franquicias y lo que significa pertenecer a una gran cadena. Me cambiaron la hamburguesa por una de verdad y me la comí rápido y sin placer. Le pedí a unos argentinos de la mesa de al lado si podían mostrarme sus Big Macs y descubrí que me habían dado un pedido equivocado y no era que estuvieran pasando gato por liebre a sus clientes.
Con el consumismo y el reclamo frustrado, en la micro compré unas calcomanías y un llavero de Mickey para mi sobrina Valentína. Seguro que si sube otro vendedor sigo comprando. Los productos venían en perfectas condiciones. Nada que decir. Bueno, bonito y a un precio módico... Precio de micro.
8 comentarios:
Genial....francamente bueno.
Definitivamente me enamoré de este blog.
Yo la he visto y lo he sufrido. Le mete garra esta damita al asunto de los reclamos. Ha hecho temblar a las grandes tiendas y varias transnacionales, también el asunto doméstico.
Paloma:
Ayer descubrí tu blog, llegué por una recomendación que encontré en otro blog. Me encanta tu forma de escribir, sencilla sin pretenciones pero con un perfecto dominio del idioma y la redacción. Me gusta mucho cómo describes hechos cotidianos. A mi tambien me encanta reclamar en México hay un dicho "El que paga manda" y si yo estoy pagando pues me gusta ser atendido como merezco al fin que el dinero me costó sudor y horas en la oficina. Un abrazo.
Hola Paloma, me dejaste un post en mi blog. Yo también reclamo, últimamente me lo he pasado reclamando, no lo hago muy bien porque me pongo colorada, me tirita la voz y me dan ganas de llorar, pero estoy ejercitándome para ser una reclamadora de verdad... ayer en el Líder me querían vender una sopa para uno que decía $98, pero en caja marcaba $117. yo sé que son 20 pesos, pero me carga que el Líder me haga las chanchadas del año!!! Menos mal que toda la fila me apoyó, en vez de ponerse a gritarme porque estaba atrásandolos. Al final, cancelé la compra y la sopa quedará para otro día... Te doy un dato? cuando el cajero te diga ¿le puedo quedar debiendo dos pesos? hay que responderle, ¿por qué mejor yo le quedo debiendo tres? De verdad que se descolocan... Ahhh, y todos los posteos son míos, soy una persona bastante real, con celulitis y espinillas!!!
Un beso
Romi
querida pecas
el reclamismo no sóno lo es pecado, sino que es necesario y admirable, más aun cuando los increíbles esfuerzos por sacar algo de las reclamaciones parecen inútiles.
lo del consumismo es menos perdonable, pero en fin, pase. lo que es absolutamente DELEZNABLE e IMPERDONABLE es que no sólo pensaras en entrar a un mierdónalds, sino que más encima ¡¡¡lo hiciste!!! .
¡ah, no! ese sí que es un pecado.
A mí, la verdad me cuesta harto reclamar...siempre me da vergüenza.
Que gracioso, me imagino la cara de los dependientes del Mcdonals cuando le hablabas de las franquicias, el consumidor y esas cosas. Dudo que les de pa tanto. Ese es un error común que todos cometemos, alegar a los empleados de las grandes cadenas por las faltas y pequeños abusos de dichas supra empresas. Ellos son empleados no más y les da más o menos lo mismo. Quizás es un resabio de la época en que los negocios los atendían sus dueños.
Saludos
Johny
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