Pues bien, yo no haré eso, porque me gusta escuchar lo que piensa la gente, en especial si argumenta sus dichos, porque ésta, señoras y señores, es una calle democrática, donde todas las voces son bienvenidas. (Por lo menos hasta ahora. Muchos llevamos un pequeño dictador dentro. Lo siento).
Hace casi un año comencé a escribir en mi blog y hoy recibí el primer comentario negativo a mis palabras, a este espacio donde no he pretendido hacer periodismo, sino contar a mis amigos, familiares y a otras personas que me visitan, algunas cosas que pasan en mi vida, que entran por mis ojos y que en algunos aspectos me llaman la atención.
La mujer que me escribió un extenso y ácido comentario se llama Sara, vive en NY City y no hemos tenido el gusto ni el disgusto de conocernos.
A Sara puedo contarle que vengo de una familia de clase media, que tuve la oportunidad de cruzar las fronteras de Chile gracias a varios viajes que hice con mis abuelos, que vivo más abajo de la Plaza Italia y que creo tener un fuerte compromiso social, tema del cual no escribo, porque para preocuparse de nuestros pares no se necesita decir cosas, sino hacerlas. Sobre esto último, agradezco a mis padres quienes inculcaron en mí la solidaridad como uno de los valores que me mueven en la vida.
Claramente lo mío no es el periodismo de denuncia. Coincido en eso con ella. Tampoco lo que escribo en mi blog es periodismo. El periodismo que ejerzo tiene que ver principalmente con dos áreas, por un lado con temas científicos y médicos, lo que practico cada día en horario de oficina, y, por otro, con temas culturales, aspecto en el que leo, investigo y escribo sobre arte, museos y panoramas.
Así como yo respeto la diversidad, espero que se me permita ser como quiero ser y entregar un poco de alegría en un mundo que tiene más de brutal que de bello. Está claro que no lo veo ni lo digo todo, pero eso no quiere decir que no sepa de las injusticias, del dolor y de la miseria que viven muchas personas. Sobre eso, no me cabe duda que hay grandes pensadores que pueden, quieren y deben mostrar lo que ven sus ojos.
Me permito también agradecer a Sara por ponerle un poco de pimienta a este espacio. Estoy segura de que los que me conocen podrán decirle que varias de sus críticas no tienen fundamento, que es fácil opinar y ser consecuente desde fuera, desde lejos, desde el Primer Mundo, desde Nueva York, y que todos, todos tenemos derecho a ser distintos, a hacer y decir cosas que van más allá de las denuncias, pues aunque insisto en que mi blog no es periodístico, la labor de un periodista no está sólo en denunciar.
Quiero contarle a Sara (quien vive allá tan lejos) que Chile no es ni volverá a ser el de antes; que el mundo cambia y las generaciones también lo hacen; que su hijo y yo tenemos todo el derecho a ser distintos, a ser más pragmáticos, en parte, porque muchos de los bellos ideales que tuvieron nuestros padres fracasaron y porque tratamos de cambiar el mundo desde nosotros mismos, desde nuestras propias vidas. Eso no significa que seamos inconsecuentes, ni que no tengamos sueños. Sólo somos diferentes y entender eso también pasa por un ejercicio de tolerancia.
Por último, no creo ser una gran periodista aún y no sé si algún día lo seré. Pero sí estoy segura de ser una buena persona, una mujer contenta, que trata de trasmitir eso a otros, de hacer felices a quienes la rodean. No nací para impulsar grandes procesos sociales de cambio, pero sí admiro a quienes los hacen. Me encantaría saber qué hizo Sara para cambiar el mundo y qué hace hoy para mejorar en algo la situación de tantas personas que sufren en Chile, mí país, del que ella está muy, pero muy lejos.