Varias veces he dicho que mi memoria es muy frágil. Recuerdo detalles y fragmentos, pero nunca hechos completamente articulados.
De esa mañana tengo grabado el sonido amenazante de un helicóptero, tal vez eran varios. No lo sé. También recuerdo ruido de autos y balas y, aunque sé que no lo vi, recuerdo al Tío Leo corriendo, angustiado, golpeado y herido, tratando de impedirlo.
Yo estuve ahí, a sólo 100 metros de donde fueron secuestrados. Estaba en el Latino de los Chicos, en Las Violetas. Tenía 8 años. Tercero Básico. Segundo piso con vista al patio, a la cancha de baby fútbol con sus murales, esos que nosotros mismos pintamos.
Lo que si recuerdo muy bien es la pena, el espanto del hallazgo de los cuerpos cerca del aeropuerto, los aniversarios, las velas. Muchas velas y un dolor mudo que sigue hasta hoy.
Es duro que algo así pase en tu colegio, es duro e injusto que un profesor y un papá mueran así, pero sin duda es más duro para los hijos, para sus parejas, para los colegas, para todos los que estaban en El Vergel ese día.
Hoy se cumplen 20 años e iremos a recordar, a romper la fragilidad de la memoria y una vez más habrá velas, cientos de velas, allí en mi colegio, donde fui niña y donde fui feliz, pero también donde conocí el dolor… el dolor ciego, sordo y mudo de esos años.
*Con cariño para Santiago Nattino, José Manuel Parada y Manuel Guerrero, para sus familias, para sus amigos y para todos los que llevamos el alma del Latino en el corazón.
Entrevista de LUN a Estela Ortiz de Parada