domingo, septiembre 27, 2009

El último día

Éste ha sido el último día de los 32 años y me he puesto ha pensar que cada día es el fin de algo y, al mismo tiempo, un nuevo comienzo.

Ha sido un año intenso, lleno de cambios en la geografía, en el trabajo, en el alma, en el corazón y en el cuerpo.

Me corté el pelo muy corto, como siempre había querido hacerlo, pero nunca me había atrevido. Estuve en Nueva York, Santiago, Valparaíso, Choshuenco, San Martín de Los Andes, Coquimbo, Buenos Aires, Colonia y Montevideo. Gané un par de kilos extra, me fui a vivir sola por primera vez en mi vida y cambié de trabajo.

Fue un año de familia, de amistad, de romance, de amor y desamor, de esperanzas y de soledad.

Muchas veces pienso que mi vida es como una comedia de situaciones y son muchos quienes han marcado este episodio, pero en mi alma los protagonistas han sido las personas más queridas y trascendentes: mis abuelos, mis padres, mis cuatro hermanos, mis tíos y mis amigos Bárbara, Jose, Pablo, Milca, Luis, Gabriel, Pato, Cote y Piti. Ustedes son los que han estado más cerca de mí, haciendo de este año algo especial, compartiendo la vida, escuchando mis historias eternas, apoyándome, siendo mi brújula y dándole sentido a todo… Haciendo de éste un gran capítulo.

Muchas gracias.

domingo, septiembre 13, 2009

Simple y llanamente Montevideo

En las fotos las habitaciones se veían bien y los consejos de los miembros del sitio de viajes lo recomendaban como un buen lugar. "Hotel Sur". Me gustó como sonaba, algo nostálgico, algo borgeano. Y la calle era como debe haber sido Buenos Aires hace unos 30 años, porque dicen que Montevideo es como el Buenos Aires antiguo y sentí que podía ser cierto.

Subí una largísima escalera, con la maleta a cuestas hasta llegar al segundo piso, al abrir la puerta de la habitación número 9, quise salir arrancando. El lugar era deprimente y kitsch. Practicamente un motel parejero. De hecho, tenía un parlante como de computador en cada velador y un plástico que cubría el colchón. Muros color damasco y flores plásticas decorando un pequeño escritorio.

Me acosté en la cama desolada. Y me puse a discutir conmigo misma. "Me voy de acá inmediatamente". "Pero si tú fuiste la que siempre dijo que se acomodaba a cualquier lugar". "Sí, pero todo tiene un límite". "Pero si sales ahora a buscar otro hotel, hasta encontrar uno que te guste, perderás valiosas horas de recorrer la ciudad". "Mmmm. Es verdad".

Cambié el switch a modalidad actitud positiva. Decidí darme una ducha para despejarme antes de salir a recorrer y el baño resultó ser muy bueno, decorado con buen gusto y todo funcionando a la perfección.

A las pocas horas estaba enamorada de la ciudad y las dos noches en el hotel fueron muy plácidas.

Esos tres días hice muchas cosas inolvidables: caminé por la ciudad vieja, la costanera y por la playa en el sector de Pocitos. Tomé muchas fotos. Fui a la Feria de Tristán Narvaja, el mercado de las pulgas más entretenido y grande que he visitado en mi vida. Comí carne en el Mercado del Puerto, escuché jazz en El Tartamudo, hice un city tour con una guía con alma de comediante, probé el pez espada en el barrio de Buzos, y entrevisté a unas chicas para Paloma TV, que amablemente me explicaron el sello absoluto de los uruguayos.

Finalmente, también terminé queriendo a mi cuarto de hotel, con sus muros color damasco, sus parlantitos en el velador y su baño maravilloso. Pero por sobre todas las cosas, lo terminé queriendo por su balcón encantado, que me regalaba la mejor vista posible: un cuadro con tintes de nostalgia y de sur, una vista borgeana a algo que podría haber sido el Buenos Aires antiguo, pero que no era eso, sino que mucho más. Era simple y llanamente Montevideo. Una ciudad para amar.


El Mate Uruguayo en Paloma TV



Fotos de Uruguay: Colonia y Montevideo