Mi abuelo usa el computador para jugar naipes y, este año, aprendió a ver las noticias en el New York Times, El País de España y el Jerusalem Post. El uso del correo electrónico le resulta demasiado complicado -tanto como utilizar un celular o el reproductor de DVD- pero muestra interés cuando le hablo de cosas como Twitter o Skype. Beny creció en la época de la radio y de las vitrolas, ya más grande tuvo un toca discos, televisión y, a fines de los '60, una línea telefónica que compartía con otra familia de la misma cuadra en el barrio de Pedro de Valdivia Norte. Cuando yo tenía unos 7 años, él me trajo de Estados Unidos un Walkman, y mi papá me enseñó a grabar cosas de la radio. Pasaba horas sentada escuchando y esperando a que pusieran las canciones que me gustaban para poder grabarlas y, a veces, llamaba a las emisoras para pedir "temas" y cuando no me sabía el nombre, se las tarareaba al radiocontrolador. Cuánta nostalgia.
Desde entonces mi vida tuvo en cada momento una banda sonora especial. Por primera vez en la hostoria del hombre era posible llevar los sonidos que uno quisiera, donde uno quisiera, para disfrutarlos de forma individual y, en los últimos años, han aparecido muchos otras tecnologías que permiten experiencias tanto o más revolucionarias que esa. Me gustaría estar dentro de la mente de mi abuelo y saber qué es exactamente lo que piensa cuando nos ve a mis hermanos y a mí mirando videos en YouTube, chateando o "visitando" virtualmente las decenas de ciudades que él visitó de verdad. Él dice que en parte es como ciencia ficción, pero sé que sus reflexiones son mucho más complejas que eso. "Mira, imaginemos a Napoleón, lo tenemos como un gran personaje a principios del siglo XIX, si lo hubiésemos llevado 1800 años antes, al Imperio Romano, de seguro no le resultaría muy difícil adaptarse, pero si lo traemos sólo 200 años más adelante, a la época actual, se volvería loco con tantas cosas: el auto, el ferrocarril, la televisión, el teléfono, las computadoras. Yo ví al hombre llegar a la luna, creo que por eso no me sorprendo tanto con los avances. Si fuera más joven aprendería a usar todas estas cosas que tu usas, pero estoy cansado", me dijo cuando le insistí sobre el tema por teléfono.
Camila vive en el mismo barrio donde mi abuelo crío a sus hijos, Pedro Valdivia Norte, pero ella vive el lugar con la música puesta en el cuerpo. Creció escuchando canciones en CDs, en el computador y en dispositivos móviles. En el living de su casa hay una radio con cassettera, pero sus papás nunca le explicaron para que servía y ella nunca se interesó en averiguar. Por estos días el Walkman cumple 30 años y un par de personas de la radio Rock&Pop y el diario El Mercurio la contactaron para prestarle un par de días un "pérsonal estéreo" y conocer sus reflexiones al respecto. "Como yo ocupo iPod, no sabía con que me iba a topar... Lo primero que me llamó la atención es que lo encontré grande y pesado. Después me fijé que no tenía pantalla, USB ni nada para cargarlo en el computador. Me pasaron el Cassette (que menos mal que tenía Jonas, Tokio Hotel, Reggaeton, etc.) y me equivoqué varias veces antes de poder ponerlo bien. Cuando empecé a escuchar el cassette me fijé que había un zumbido constante, y me explicaron que era la cinta corriendo... Lo que me pareció raro, era que se ponía mas lento y mas grave, y mis papás me dijeron que era por que se estaban acabando las pilas. Fui a ponerle pilas y hubo una graaan diferencia. También vi que tenia botón para adelantar, pero no para retroceder, así que tuve que sacar el cassette y darle vuelta con mis uñas. Anoche me dediqué en averiguar qué canciones tenía, y todas muuy buenas :D", cuenta en su blog.
Tanto para Camila como para muchos que han nacido después de ella, la tecnología es algo que está, algo con lo que crecen, no es algo que hay que aprender. La tecnología es para ellos como echar a correr la llave del agua y beber. Para Beny y muchos otros que no crecieron con los nuevos avances tecnológicos en el cuerpo, se requiere mucha energía para entender e incorporar las nuevas herramientas, pero lo más importante, se requiere responder a una pregunta que puede ser escalofriante: ¿por dónde parto?
En lo personal, cada vez me da más miedo desconectarme, perderme de algo, quedarme dormida y despertar al día siguiente sin entender nada, en un mundo con nuevos códigos, con nuevas herramientas y prácticas. Imagino que es la pesadilla de quienes sin ser nativos digitales navegamos en contextos creados por y para ellos.
También vivo maravillándome cada día con nuevas cosas, pero quisiera no perder la capacidad de asombro que me da el hecho de haber crecido en un tiempo mucho más analógico y, por qué no decirlo, mucho más romántico.