"El tema es que la boina ocultaba el crecimiento normal de mi pelo y el trabajo de las ultimas semanas había sacado de control a mi barba, llegando al punto que el día que decidí afeitarme mi maquina ya no se la pudo, y me tiraba hasta el punto de sufrir en cada pasada, por lo que decidí ir a una peluquería”.
No me compré una moto ni me estoy dejando barba, esta historia es de mi amigo Nicolás Orellana, quien cuenta en su blog cómo logró matar dos pájaros de un tiro en uno de mis lugares favoritos de la ciudad, dando clase de coherencia en cuanto a su condición de joven 2.0 y, por lo tanto, de mulitasking man (hombre multitareas).
“Conversando con una gran amiga (Claudia Torres, quien me debía un almuerzo) empezamos a planear qué podía hacer para cortarme el pelo y comer al mismo tiempo y llegamos a un lugar increíble: La Peluquería Francesa y Boulevard Lavaud
Todo esto queda en el Barrio Brasil (Compañía 2789 esq. Libertad), a pocas cuadras de la estación de Metro Cumming”.
Cuando después de compartir café y comida Nico decidió ocuparse de su pelo, caminó algunos metros y se encontró con una peluquería del 1880, “en donde mi boina hacia un juego perfecto con el recinto”. Supo así que era el lugar correcto para obtener un buen corte de pelo y una “alucinante” afeitada a la antigua, con toallas calientes, navaja y todo lo demás.
A mí la peluquería Francesa me encanta, pero al Nico le gusta incluso más pues asegura que salió del lugar viéndose tan guapo que las chicas lo seguían por la calle.
Sin duda, un espacio citadino para soñar.