- ¿Por qué no me contaste? – preguntó abriendo los ojos muy grandes.
- Porque no creí que te interesara. Veo tantas cosas extrañas, que no pensé que fuera algo fuera de lo común.
Y efectivamente los había visto varias veces, al hombre y sus dos burras, mientras camino desde el otro lado del Río Mapocho rumbo a casa. Sin ir más lejos, el otro día se pusieron junto a mí para cruzar en la luz verde y un par de mujeres se acercaron a comprar.
- ¿Cuánto les doy caseritas?- preguntó el “lechero” a sus clientas.
- Yo quiero un vasito corto para tomar acá no ma’ y a mi hermana dele medio litro pa’ llevar a la casa- respondió una de ellas.
El hombre, obediente, llenó un vaso y echó algunas medidas dentro de una bolsa transparente que anudó con cuidado.
Como mis conocimientos lácteos son bastante restringidos, hice una de esas preguntas estúpidas y retóricas (como cuando voy a un restaurant o a una pastelería y pregunto a al garzón o la dependienta si es rica tal o cual torta, sabiendo que siempre su respuesta va a ser afirmativa). Pues bien, pregunté a las clientas si era rica la leche de burra. Pero la respuesta vino del “lechero”.
- Muy rica caserita ¿nunca la ha probado? Es rica en vitaminas y minerales- me dijo insistiéndome en que probara “un dedito” en un pequeño vaso que tenía.
Aunque el hombre estuvo lejos de convencerme, seguía intentándolo cuando llegó una pareja de carabineros y le dijeron que se fuera, qué estaba prohibido vender leche con esas condiciones de higiene, sacada directamente de las ubres del animal, ahí en medio de la calle. “Pero si mis animales están sanitos, oficial”, reclamaba el hombre. “¿Y usted cómo lo sabe?”, increpaban los policías... “Ya, ya, ya, váyase no más, si no quiere que lo llevemos con burras y todo a la comisaría”.
El “lechero” dio media vuelta y comenzó a alejarse lentamente con sus animales. A esas alturas yo había perdido varios semáforos verde por estar parada mirando, como si fuese invisible.
Empece a cruzar la calle con las demás personas, mientras me reía de la situación, pero hasta que Esteban lo vio en el diario, nunca pensé que era algo fuera de lo común. Parece que algunas cosas que me suceden, no son del todo normales.