lunes, agosto 17, 2009

Decadente glamour

Es bastante ridículo, lo sé, pero disfruto profundamente las equivocaciones de pertenencia local. Me explico. Me encanta cuando alguien piensa que soy de otro país o cuando estoy en una ciudad que no es la mía y las personas creen que he vivido ahí desde siempre.

“Eres española”, me preguntan con frecuencia. “No, es que tengo los dientes separados y tal vez por eso seseo un poco al hablar”. La mayoría de las veces el interlocutor insiste en esto, asegurando que tengo un acento extraño. ¿Será verdad? Imagino que es como cuando uno tiene tics o modismos raros, de los que nunca se ha dado cuenta y que los cercanos no te comentan, porque están muy acostumbrados o bien porque temen hacerte sentir mal.

Creo que me gusta más pretender que soy de un lugar cuando estoy de visita y eso se disfruta especialmente en los taxis, micros y colectivos. Llevar un par de días en Argentina y discutir con el taxista la ruta a seguir para no sentirme timada, lo que casi siempre me resulta fatal, aunque se siente rico. “Vamos a Palermo. Tome Soler y después Juián Álvarez a la derecha”. “Ché, no se puede tomar Julián Álvarez a la derecha”. Discuto un poco, me doy por vencida, el chofer tiene razón, pero al menos lo intenté. A otro, que de verdad me quiso cobrar de más haciéndose el que no conocía las calles y que no lograba ver el mapa porque estaba corto de vista, le di de su medicina cuando me dijo que tenía que comprarse una lupa para ver las callecitas. “Había pensado en pasar a una librería, pero ya es muy tarde, vos no sabés dónde podré comprar una lupa”. Feliz porque logré que creyera que era una chilena que vivía en la ciudad, le dije saboreando la venganza: “en un quiosco”. “¿En un quiosco? ¿Vos creés?”. “No creo, estoy segura, hoy por hoy en un quiosco puedes encontrar de todo”, aseguré haciendo un guiño a un post de Orsai, riéndome en silencio con una broma que sólo yo entendí y disfruté.

Pero la delicia máxima es cuando piensan que eres de allí, sin que te lo hayas propuesto. “Voy a la subidita que hay junto al Restaurant La Olla”, dije a un colectivero en Puerto Varas. Entonces comenzó a hablar sobre cosas que sólo tendrían sentido si yo fuera de ahí. “No cree que ya está bueno de esos arbustos que afean tanto ese hotel”. “Sí claro”, respondí. “Porque vio esas máquinas que compraron en la Municipalidad, deberían usarlas para esto”. Después siguió comentando el clima y me preguntaba si yo podía recordar si para el dieciocho pasado había llovido a principio de mes, y que en las fiestas había estado lindo, o si había sido al revés”, contesté con la seguridad de una mentirosa novata pero orgullosa, que las últimas fiestas patrias, el cielo estaba azul y que en 2007 era cuando el cielo se había rajado lloviendo. ¡Qué placer!

Lo sé, sé que es rarísimo. Supongo a que se debe a esas ganas de ser de todas partes. O al menos de los lugares en los que me siento a gusto. Lo de española en mi propia tierra es más raro aún, supongo que me agrada por ese gustillo de decadente glamour.

sábado, agosto 08, 2009

Qué es peor

“No sé qué es peor: Estar en una discoteque, que el DJ ponga una canción, que todo el mundo grite woooo y que tú no la conozcas… O estar en una discoteque, que el DJ ponga una canción, gritas a todo dar woooo y notas que eres la única que está gritando” fue la reflexión de mi amiga Bárbara, mientras esperábamos cerrar la noche bailando algún tema notable.

También comentamos sobre un tipo que bailaba como profesor de gimnasio, otro que se contorneaba cual vedetto y gurpos de amigos que al parecer pertenecían a la “generación Yingo”, algo que escapa a nuestro entendimiento pues 1) a la hora que transmiten el programa estamos trabajando, 2) estamos un poco viejas y 3) ninguna de las dos tiene televisión.

El lugar: “Mito Urbano”, una discoteque de Bellavista. El motivo: celebrar el cumpleaños de @jlriffo. La música: de todo un poco. La gente: un poco de todo.

Como siempre uso expresiones anticuadas, no quiero hacer una excepción, por lo que declaro que “dejé los pies en la pista de baile”, observé, recorrí el lugar de punta a cabo, tomé mucha agua y, por ende, visité el baño en varias ocasiones, lugar propicio para hacer anotaciones etnográficas sobre las mujeres y sus distintas formas de reafirmar su imagen frente al espejo.

“Esta polera hace milagros”, le decía una chica a su amiga. “¿Por qué?”, la interrogué. Me explicó que el drapeado de la prenda disimulaba los “rollos”, rollos que claramente sólo existían en su imaginación anoréxica. Minutos antes había entrado al “VIP”, señalando que necesitaba conocer todo el lugar y así tener material para escribir un artículo. Como el viejo cuento dio resultado, sentí la responsabilidad de figurar de reportera incluso en el baño. Las amigas eran estudiantes de dietética y párvulos, jamás habían oído hablar de mi blog, pero estaban felices de ser entrevistadas, por lo que me explicaron exaustivamente las razones que las llevaban a ser clientas frecuentes del lugar: “No es muy rasca, ni muy cuico, no ponen ni mucho reguetón, ni mucho tecno y el ambiente es muy bueno”.

Las dejé felices mirándose al espejo, y volví al segundo piso del local, donde se supone hay mucha “Very Important Person”, guapos y guapas bailando solos, en un corredor-balcón, esperando ser vistos o admirados por el “perraje” que disfruta en grande en la plata baja. Un garzón me explicó que los que tenían acceso eran los “amigos de la casa”, pero noté que también valía ser extranjero. Hablé casi con puros chicos. Un tipo que tenía una onda entre Elvis y Cowboy, me contó que era cordobés y que trabajaba hace cuatro años en Chile como modelo y en promociones, su amigo uruguayo hacía lo mismo y había una pareja de neozelandeses que estaban viajando y aprendiendo español, por cierto, sin mucho éxito. Más allá, uno que parecía futbolista argentino, resultó ser el cajero de un local de sushi del Alto Las Condes y el cuadro lo cerraban dos amigos brasileños que registraban todo en video con su cámara de fotos y que se empeñaron durante un buen rato en explicarme por qué el ambiente de la noche paulista era tan distinto.

Después de mirar mucho, recorrer el lugar, subir y bajar, volví donde mi amiga Bárbara quien esperaba sentada una canción que la hiciera cerrar la noche diciendo woooo. Pero fui yo la que gritó wooo, cuando comenzó a sonar “Corazón”… “Yo no sé que me pasa cuando estoy con vos…”.

“Pero cómo, ¿no la conoces? Es una de mis canciones favoritas”, le dije. "No, no la conozco y acabo de darme cuenta de que tienes un lado muy guachaca", respondió Bárbara al descubrir mi debilidad por la cumbia, que después de “Los Auténticos Decadentes”, siguió con “Que nadie se entere” de “La Noche”.

Todos tenemos derecho a tener nuestro "Lado B", ¿o no? Y el mío no es precisamente VIP, es cumbianchero.