lunes, febrero 28, 2005

Si no toma vino, ¿A qué vino?

Es divertido cuando un tema se instala en la cotidianeidad y empieza a aparecer desde distintos flancos. Eso fue lo que me sucedió desde el viernes, en que mi vida comenzó a teñirse de color vino tinto.


Ser un experto en vinos se ha puesto muy de moda en Chile durante los últimos años. El tema no me había interesado mayormente y, como no soy una gran bebedora, me limitaba a probar lo que cayera en mi copa. Además, puesto que en mi país hay un gran desarrollo vitivinícola, siento que hasta los vinos más humildes gozan de cierto encanto.

En resumen, éste no era un gran asunto para mí, hasta que tuve una sobredosis informativa en menos de 48 horas.

El viernes por la tarde leí a Orsai y su incomoda pero divertida incapacidad para opinar sobre la calidad de los vinos. Obviamente me sentí identificada y reviví el sentimiento de admiración y odio por los que saben o dicen saber.

En la noche recibimos la visita de Mónica y Diego, mis grandes amigos que se “rejuntaron” y ahora son vecinos del barrio, lo que me puso muy, pero muy feliz y, en cierta forma, fue una noticia embriagadora.

Nos despedimos en la esquina de mi casa y partimos con mi amado caminando por el Centro hacia el cine. Sólo sabía el título de la película que veríamos, que tenía buena crítica y que era una cinta gringa independiente pero con varias nominaciones a los Óscar.

Más allá de la relación entre los personajes, “Entre Copas” (“Sideways”) resultó ser una película sobre el vino. Los protagonistas recorren diversas viñas de California, en Estados Unidos, llenan sus copas docenas de veces, mueven el vino, lo miran a contraluz, lo miran de lado, meten sus narices en las copas para sentir el aroma de los elementos más curiosos, lo beben y enjuagan sus paladares, para finalmente tragarlo. Salí del cine psicosomáticamente borracha y sintiéndome una experta en cepas, mostos y cavas, sin saber en realidad nada de nada.

El sábado, junto a mi amiga Piti fuimos invitadas por El Tren del Vino, para escribir un artículo que aparecerá en abril en una revista donde hace algún tiempo publico una columna sobre panormas.

Fue un día intenso que partió a las 7:45 en el Hotel Galerías. Horas más tarde, tras abordar uno de los vagones en la Estación de San Fernando, probamos exquisitas variedades de vinos y quesos a bordo de una locomotora a carbón, visitamos el Museo de Colchagua, almorzamos en el Hotel de Santa Cruz y visitamos un viñedo orgánico que fue un dejavu al filme de la noche anterior.

Me gustan las relaciones que se establecen en este tipo de tour, porque uno se ve obligado a hacerse un poco amigo de gente, que en otras circunstancias nunca hubiese conocido. Es una especie de viaje de estudios, pero muchos, muchos años después.

Volvimos a Santiago pasadas las 9 de la noche y en el mismo punto que sirvió de inicio a la aventura nos despedimos de nuestros compañeros de viaje.

Más tarde nos esperaban en la casa del Tuco y la Carola en Peñalolén, donde comeríamos un rico asado.

- Paloma, ¿Qué quieres tomar? – me preguntó el anfitrión.
- Vino, por favor- dije.

Cuando lo sirvió intenté disimular mis ganas de batir el vino, mirarlo a contraluz, mirarlo de lado, meter mi nariz en la copa y sentir en el licor el aroma a variados frutos silvestres.

Sólo mentalmente hice todo eso, para luego pasearlo en mi paladar y sentir el gusto del vino, que tenía sólo eso… gusto a vino. Entonces recordé, que más allá de la sobrecarga informativa, es un tema del que aún no sé nada, o casi nada. ¡Salud!

martes, febrero 22, 2005

El tema sigue ahí

Aunque intente no pensar en ello, el tema de la muerte sigue ahí, siempre latiendo en todas partes, porque es tan fuerte como la vida y es parte de ella.



Lo único que me queda por hacer entonces es desear que no pase pronto. Ni para mí, ni para los que quiero, ni para nadie que disfrute de su existencia y haga un poco mejor la vida de los demás, la vida en este mundo.



Todo esto partió por un post de Petra que inspiró a Roberto y un post de Roberto que me inspiró a mí y nos vuelve a todos hacia el misterio, hacia el vacío, el susto, la esperanza o la pena.

Petra, la erudita Petra de reflexiones lúdicas y profundas, un día navegando por los mares de la red conoció el blog de Juan Vergescott, que resultó ser José Luis de la Fuente, catedrático en Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Valladolid. Petra se “enamoró” de su escritura impecable y, al poco tiempo, establecieron una relación virtual. Juan sigue ahí. Juan y todos los otros escritos de José Luis, pero José Luis murió hace algo más de un mes a los 40 años.

Roberto, mi tío-amigo-gurú bloggero, inspirado en Petra se pregunta que sucederá con “todo esto” cuando ya no estemos. Atendiendo a sus preocupaciones sobre el tema de las llaves, para su tranquilidad y por si sirviera de algo, les cuento que hay una copia en manos de mi hermano Felipe, que volvió sano y bello de Japón y que es amo y dueño del dominio que me aloja. Supongo que él sabría si merece la pena rescatar algo de todo esto, intervenirlo o cerrar la puerta para siempre.

Como le dije a Roberto y vuelvo a reiterar, sólo espero que eso no pase pronto, porque querámoslo o no a todos nos va a ocurrir, tarde o temprano. Yo simplemente trato de no pensar en eso, porque pensarlo me perturba demasiado.

En mi familia hay una fuerte carga genética referente al Alzheimer. Siempre fui la regalona de mi abuelita Nena, la luz de sus ojos, como ella solía decir. Hace más de 10 años cuando se enfermó y vi que poco a poco me iba olvidando y cómo ella sufría (espero y creo que ya no sufre tanto) le dije a mi papá que ya no quería saber ni aprender nada más, porque todo algún día se me iba a olvidar, incluso lo más querido, así que no tenía ningún sentido seguir aprendiendo.

Él (sabio el Gadi) me dijo que si fuera por eso, nada de lo que uno hacía valía la pena porque de todas formas uno se iba a morir, varios de nosotros tal vez mucho antes de olvidarlo todo. Sentí que tenía razón. Mucha y toda la razón.

Desde entonces ya no pienso en eso o trato de no hacerlo. Desde entonces soy más hedonista y trato de disfrutar al máximo de cada cosa y cada minuto. Y hablo de las cosas más simples. Una sopa calientita en el invierno, un helado de cono en el verano, ver las hojas moviéndose en las copas de los árboles, sentir un beso en el cuello, abrazar a mi amado, mirar a mi mamá y a mis hermanos, una sonrisa en la cara de mi padre (afeitado y todo), una linda película, escuchar a mis cantantes favoritas, dormir, mirar el mundo, las luces de la ciudad o las estrellas en el cielo, ver el amanecer en un lago, la puesta de sol en el mar, escuchar el sonido de las olas, conversar con amigos, comer castañas, sentir la lluvia, sentir el viento, sentir el sol. Amar.

Supongo que todo eso que siento, quiero y amo algún día no estará más. Por eso lo disfruto ahora. No sé que pasará después. No sé si me importe cuando ya no esté. Lo único que tengo claro y que me interesa, es que si hay algo por rescatar, si hay algo que merezca quedar, espero que sean cosas que den a otros más alegría y vida… los mismos ingredientes que me permiten ser feliz.

martes, febrero 15, 2005

Cupido en el Parque


Este es mi primer 14 de febrero en el Parque y, a todas luces, es algo especial. Lo supe al correr la cortina y mirar por la ventana. Allí abajo las parejas abrazadas sobre el pasto, andando en bicicleta, sentadas en las bancas, caminando. Dos seres de negro, de alguna tribu gótica. Él le entregó una flor, ella lo abrazó y los vi más claros que todos los demás que había allí. Tomé la cámara para retratar el momento. Recordé la Ventana Indiscreta y añoré un mejor zoom. Quise ver sus caras y sentir el amor.

- Oh, Dios, ¡este lugar está lleno de malditas parejas!.
- Sí – respondí feliz, abrazándolo más fuerte – Las vi hace un rato desde arriba, a través de la ventana y saque unas fotos.

Caminamos, nos besamos y sentí corazones burbujeantes que salían de mi boca. Tuve mi propio zoom. El restaurant italiano estaba cerrado, así que seguimos a uno de comida coreana que sirvió para recordar buenos viejos tiempos y brindar por los nuevos. Por la felicidad de estar juntos y querernos.

Si fuera por mí, que todos los días y todos los minutos fueran del amor. Así es como veo el mundo a través de mis ojos.

miércoles, febrero 09, 2005

Retomando




Volví. Mis vacaciones tuvieron campo, playa y ciudad. Llegué descansada, pero con mucho sueño por el cambio de horario.




Lo mejor de este verano fue…

El regreso de mi cuñado Sebastián, que estuvo todo el 2004 de intercambio en Suiza.

Compartir con los Montecinos Acuña y disfrutar de su hospitalidad y cariño.

Jugar carioca con la Paulina y, después, con los hombres Salinero, aunque casi siempre perdí.

Las machas a la parmesana y las puestas de sol de Algarrobo Norte.

“Chamán” de Noah Gordon, porque hace tiempo que no leía un libro tan gordo, tan rápido y con tantas ganas, de hecho quedé “pelando el cable”, porque es muy, pero muy entretenido.

Las tardes de piscina con Coté y la Marisol y la visita que hicimos con ellos a la Hacienda San José del Carmen “El Huique”.

En definitiva, lo mejor de las vacaciones fue todo: todo lo que uno disfruta, descansa y comparte, para recargar las pilas e instalar en el disco duro una nueva versión del programa operativo que me hará funcionar, espero con más y mejores ganas, este año 2005.

Abran bien los ojos, que ya volví.