lunes, enero 10, 2005

Tres en la Barcaza

Emocionada es poco. Con el alma en la piel, así me sentí cuando el sábado por la noche tuve la oportunidad de asistir a un encuentro único. El encuentro de las tres en la Sala de Conciertos La Barcaza: Elizabeth Morris, Francesca Ancarola y Magdalena Matthey, mis tres cantantes favoritas interpretaron juntas, por primera vez, sus mejores y más bellas canciones.

Ya verlas en vivo a cada una por separado es algo muy especial, efecto que potenciaron en conjunto al mezclar sus voces y sus cantos. Magdalena, con su amplio registro vocal y su mágico juego del susurro; Elizabeth, gran compositora, con su voz que viene del alma, de lo profundo, y Francesca, con su fuerza escénica y vocal tan envolvente como la primera vez que la vi en Cachafaz.

Aunque decían que no lograron preparar mucho los arreglos, todo salió perfecto, incluso, la sorpresa final… Eso fue lo que terminó de emocionarme por completo y que convirtió esa noche acompañada por queridísimas amigas y mi amado, en algo absolutamente feliz e inolvidable. Francesca invitó a una cuarta cantante al escenario, invitó a Laura Fuentes, mi cuarta cantante favorita, con quien cerraron este espectáculo que debería repetirse y registrarse como un logrado y maravilloso acierto.

Luego de la música me acerqué y se lo dije a las cuatro, pero vuelvo a reiterar mi agradecimiento y mi felicidad por haber podido ver, escuchar y formar parte del encuentro, en esa noche de inmenso calor en la Barcaza, calor que también sentí por dentro.

miércoles, enero 05, 2005

Sus ojos

Quiero mandar a todos ustedes mis mejores deseos para este nuevo año que estoy segura será bueno en muchos aspectos. Sin embargo, el 2005 comenzó con mucha pena. Lugo de 10 días sin conocer su paradero, ayer encontraron el cuerpo de Francisca Cooper. Ella estaba de luna de miel en Tailandia junto a su marido Aurelio. En este tiempo su historia se hizo conocida y los chilenos estábamos pendientes del destino de esta hermosa y esperanzada novia. Al igual que Roberto, yo también quiero escribir sobre esto, porque llegué a sentir algo especial por ella, como si la conociera, como si fuera mi amiga. Confieso que tenía la ingenua esperanza de que se hubiera golpeado la cabeza, perdido la memoria y se encontrara vagando por pueblos escondidos, mirando todo con sus grandes ojos llenos de luz. En unos meses más recuperaría sus recuerdos y, de regreso en Chile, tendría muchos hijos con Aurelio y escribiría un libro. Alguien me dijo que, pese a la tragedia, ella murió en un momento feliz de su vida, en una playa paradisíaca, a días de su maravilloso matrimonio. Todo lindo, todo pleno. Un poco más allá, en otras playas y ciudades, miles de personas murieron entre la malaria y la pobreza. Ese no era su momento más feliz, no era el momento de morir. Para Fran tampoco. El dolor queda en los que quedan. Cómo se vive con eso… No lo sé.